viernes, 1 de agosto de 2008

Sexo en Nueva York. La película

Es realmente lamentable asistir a las últimas horas de un paciente infectado por un virus. La infección se descontrola, se generan millones de partículas en el interior de sus células provocando su estallido. Tejidos y órganos sufren una alteración importante llegando en ocasiones a licuarse.
Así ocurre con el virus de la gripe (sus cepas más virulentas) o el Ébola. El SIDA no llega a esta fase, son las enfermedades oportunistas las que terminan con el huésped.
Lo ocurrido con el original, fresco y divertido argumento de Sexo en Nueva York es una mezcla de ambos procesos. Por un lado ha perdido todas las defensas. La ironía y la crítica mordaz fueron eliminadas poco a poco de la serie y en la película son inexistentes. Como consecuencia, patógenos oportunistas como la cursilería, la banalidad, el sexismo y sobre todo el romanticismo se han apoderado absolutamente de su cuerpo.
El resultado es una película insulsa, políticamente correcta, dedicada a la publicidad de la moda y los coches de lujo. Un canto a la familia nuclear con algunas capas mal aplicadas de pseudoprogresismo puramente formal.
De las cuatro amigas, la única con una vida estable y equilibrada es Charlotte. Es la única de las cuatro amigas cuya vida va viento en popa, adopta una niña, se queda embarazada y además tiene la vida sexual más activa de las cuatro, literalmente flota de felicidad. Miranda es ya una bruja con todas las letras, sus expresiones harían palidecer de envidia a la madrastra de Blancanieves. Samanta es una salida cuyo “problema” le impide continuar con su pareja. Charlotte. Y la protagonista pasa por un calvario sentimental tras intentar casarse con el “amor de su vida”, un calvario en parte producto de su histerismo y de la neurosis de su amiga Miranda.
El mensaje es alto y claro: Dejaos de chorradas liberacionistas, si queréis tener una vida normal casaos o arrejuntaos para toda la vida. Porque otros estilos de vida solamente os llevarán al sufrimiento y la desesperación. La libertad es cosa de hombres.
La infección empieza a ser crítica desde el principio del film, uno va viendo como los tejidos se hinchan, hay hemorragias por todas partes. El paciente es casi un cadáver a los pocos minutos de empezar. Por todas partes de ven pústulas de moralina puritana y el cuerpo tiene el olor dulzón del romanticismo empalagoso.
Los episodios críticos se van sucediendo. El paciente sufre ataques y estos se manifiestan en situaciones como la suspensión de la boda, que ocurre porque ella no es capaz de comprender las dudas de su novio – dudas inducidas por la “bruja” de su amiga - y en un ataque de histeria le rompe el ramo de flores en la cabeza. Se dan episodios agudos de todo tipo. Algunos son romanticones, otros sexistas, hay de todo. Como en un paciente inmunodeprimido que se consume por acción de las enfermedades oportunistas. He aquí algunos ejemplos:



1. Tras el fiasco de la boda las cuatro amigas van a México para animarse.
Es entonces cuando ocurre esta escena:
Voz de la narradora: Después del ejercicio, Charlotte no pudo dudar pensar en lo muy afortunada que era. Esa semana le estaba más agradecida que nunca a Dios por concederle un matrimonio feliz. Y por un segundo, mientras pensaba en la familia que había dejado en Nueva York, olvidó donde estaba y abrió la boca.
Al ducharse traga algo de agua y pilla una gastroenteritis.
Nota: Esto es lo único negativo que le pasa a este personaje que derrocha felicidad por todos los poros de su piel.



2. En un momento de la película la protagonista decide contratar a un ayudante. Tras descartar a varios candidatos elige a una chica tras este diálogo:

- ¿Y Alguna vez has sido la asistente de alguien?
- No, pero soy la mayor de seis hermanos, así que creo que podré hacer cualquier cosa.
- Vaya, seis críos ¿Cómo es eso?
- Agotador. Me vine a Nueva York para tener un poco de espacio ¿y donde he acabado? En un apartamento de un dormitorio con tres compañeras.
- Y a parte de lo del espacio ¿A qué viniste a Nueva York?
- A enamorarme…. ¿Qué? Suena cursi ¿no?
- No, no, no Louis, suena muy sincero. Me parece que no he oído decir eso a nadie desde hace mucho tiempo.

NOTA: No me extraña
Y la contrata. Sin comentarios.

3. La protagonista está leyendo el cuento de la Cenicienta a la niña adoptada de Charlotte. Cuando termina le dice: “Oye, tú sabrás que esto es sólo un cuento de hadas. Las cosas no suelen pasar así en la vida real. Creo que deberías saberlo desde ya” a lo que la niña contesta “Otra vez” y ella replica “Otra que morderá el polvo”.
Las interrumpe Charlotte que proclama exultante de felicidad “Estoy embarazada…. ¿Sabes? Siempre había oído decir que cuando dejas de intentarlo ocurre. Y mi doctora dice que conoce a otras parejas que adoptaron y luego les pasó”
La escena termina con el comentario en of de Carrie: “Supongo que en algunos hogares los cuentos se hacen realidad”.
NOTA: Sólo falta un cartelito con un texto parecido a este: “Escena patrocinada por el Partido Republicano”.


4. Carrie está de mudanza con su ayudante y al manipular una caja, esta se abre y aparece el vestido de novia.

- ¿Quieres que me deshaga del él? Dice la secretaria.
- No, no, es tan bonito. Simplemente, lo enterraré, igual que he hecho con mis sentimientos.
- ¿Lo echas de menos?
- A diario. Veras es raro…. No he llorado mucho por esto. No se, puede, puede que tengamos asignado cierto número de lágrimas por hombre. Y yo haya usado ya todas las suyas.
Si, se como te sientes. Porque mi novio de San Luis me dejó el año pasado. Todavía lo echo de menos.


Voz de la narradora: De repente me di cuenta. En mi armario había dos corazones rotos.

Y se van al bar a ahogar las penas.

- Me dolió un montón – dice la asistente- Porqué yo creí que Will, se llama así, era el amor de mi vida.
- Y que pasó. Interrumpe Carrie.
- Dijo que me quería mucho pero que yo no era su media naranja. Me hizo mucho daño. Pero ¿Sabes? Me da igual. No pienso renunciar al amor.
- Bien. Vuelve a interrumpir la escritora.
- ¿Ves esto? – y le enseña un llavero donde está escrita la palabra “Love” – Esto es amor y lo intento atraer todo el tiempo.

Nota: No me lo he inventado. Os lo juro.

Escenas de este tipo se van sucediendo una tras otra. Ahora los síntomas son evidentes y el espectáculo empieza a ser dantesco. Uno no puede evitar sentir arcadas y abandonar temporalmente el lecho mortuorio. El virus romántico está terminando con el paciente y el final es especialmente duro.
El último estertor se manifiesta cuando Carrie va al apartamento que había compartido con Big para recuperar unos zapatos, cómo no. Y al abrir la puerta del vestidor se lo encuentra el él. La voz de narradora que ha acompañado toda la película dice: “Aquello no era lógico. Era amor” y ambos protagonistas se funden en un abrazo.
Y tras una breve y casta charla vestidos pero descalzos – La protagonista es la única que no tiene orgasmos, bueno los tiene cuando ve un vestido o unos zapatos, pero no en intercambios carnales - él decide que no le propuso matrimonio de forma correcta. Y rectifica diciendo: “Amor de mi vida quieres casarte conmigo” y le coloca uno de los zapatos en el pie.
Una lástima, una verdadera lástima ver cómo un intento por reivindicar el derecho de las mujeres al placer erótico, termina, a manos del virus romántico, en una masa informe y apestosa. Y uno, movido por la compasión y sintiéndose impotente ante lo irreversible del proceso, ruega por que termine la película o sale escopeteado de la sala para no presencial el final.

Última nota: Muchas gracias Mada por tu advertencia. Pero me temo que llegó tarde, cuando la leí ya había visto la película.
Y, por supuesto me interesó mucho tu opinión.
Cualquier comentario será bien venido, aunque no sea favorable.

domingo, 6 de julio de 2008

Sexismo en Nueva York

Muchos de vosotros os preguntareis qué tiene que ver una de las series de televisión supuestamente más transgresoras en materia erótica con el romanticismo. Pues precisamente esto, que su trasgresión es teórica, puramente teórica.Por si alguien la conoce “Sexo en Nueva York” es la historia de cuatro amigas, de las cuales una (Jesica Parker) es la protagonista y narradora. Capítulo tras capítulo asistimos a sus aventuras eroticosentimentales así como a las opiniones de cada una sobre el sexo y los hombres.Si atuviéramos en los años sesenta cuando oír hablar a una mujer de estos temas era un escándalo, podríamos hablar de una serie rompedora. Pero a principios de siglo XXI, un momento de verborrea sexológica generalizada, lo importante es el mensaje.Y el mensaje de esta serie no es precisamente liberal o progresista. De entrada no se trata de mujeres de clases precisamente populares. Sus vestidos de lujos, los "manolos" que acostumbran a calzar y las limusinas en las que viajan nos dan a entender un estatus social relativamente alto. El título sería más exacto si fuera algo similar a : "Sexo entre gente rica de Nueva YorK".Por otro lado los personajes protagonistas están basados en tópicos establecidos por el discurso machista y misógino. Tenemos a Charlote, la típica mosquita muerta caza-fortunas. A Miranda, la feminista marimacho, infantofóbica, incapaz de tareas domésticas y cuyas parejas son siempre hombres débiles. Samanta es la liberal, la desinhibida y la juerguista, pero también la superficial, la adicta a tratamientos de belleza y a la que termina normalmente en situaciones ridículas y humillantes.Queda la protagonista: Carrie. Una enamorada del amor de vocación de heroína romántica cuyo objetivo en la vida es combinar su obsesión por la moda con una historia de amor inolvidable. Es el personaje que marca todo el rato la frontera entre el erotismo para disfrutar (superficial y vacío) y el amor anhelado, que un día encontrará junto con la felicidad eterna.Destaca en la teleserie el tratamiento de los personajes masculinos. Siempre son el contrapunto razonable a la histeria de estas cuatro mujeres. Pueden ser niños grandes, buenazos, calzonzazos, ricos, pobres pero siempre tienen un poco más de sentido común que las protagonistas.En una frase: Si esto es feminista y liberal que baje Simone y lo vea.Si cuento todo esto nos es para hacer una crítica de la serie, sino para poner de manifiesto cuan traicionero puede ser el virus romántico. Incluso cuando se pretende romper con los convencionalismos y dar una visión lúdica y divertida del erotismo, pueden aparecer lugares mentales capaces de ser puntos de infección.Porque es necesario reconocer que en su arranque inicial la serie pretendía ser irónica, divertida y fresca. Empezó con diálogos y situaciones poco comunes, apostando por apoyar el derecho de las mujeres a tener encuentros eróticos simplemente para divertirse. Pero poco a poco se fue convirtiendo en una crítica de este comportamiento, dando en los últimos capítulos un mensaje contrario.Hace unos días se ha estrenado la película. No la he visto, pero si el director no ha tomado ninguna medida profiláctica contra el virus romántico, auguro una “muerte rosa” a lo que había sido, en cierta forma, un símbolo de la América liberal y progresista.

domingo, 4 de mayo de 2008

Películas de Meg Ryan

Si existe una agente diseminadora del virus romántico esta es sin duda la filmografía de la actriz Meg Ryan. Y digo su filmografía porque no puedo hacer responsable de estas fechorías a quien es un mero vehículo.
Ver este tipo de películas, incluso disfrutar de ellas, no es ningún problema. El problema puede venir cuando uno cree en la veracidad de sus argumentos. Si no estamos vacunados podemos sufrir una infección tremenda porque el virus romántico se encuentra agazapado, listo para saltar sobre nosotros, detrás de cada uno de sus fotogramas.
De entre todos estos films destaca por su inverosimilitud y tontería uno titulado: Kate and Leopold. A finales del siglo XIX, un duque venido a menos descubre la presencia de un “viajero en el tiempo” y lo sigue hasta el Nueva York de la actualidad. Hasta aquí puede parecer el argumento de un mala película de ciencia ficción.
La cosa deriva hacia una edulcorada película romántica cuando el tal Leopold se enamora de Kate (Meg Ryan), una publicista de cierto éxito. Él debe regresar a su época, para evitar un desastre cósmico, circunstancia que hace su amor imposible y llena de desgracia a los dos protagonistas.
Pero el “viajero del tiempo”, el que había seguido el duque, descubre a la muchacha en una de las fotografías tomadas durante se viaje al siglo XIX. Liando así la mente del espectador, que ya no entiende nada.
Kate debe ahora regresar al pasado para vivir un futuro de felicidad junto a su amor eterno. Un mérito nada desdeñable, porque con ese gesto renuncia a todas las comodidades de la modernidad y asume una condición subalterna. La de la mujer en 1874.
En nombre del amor romántico y del destino, una profesional de cierto éxito elige dejar su carrera para relegarse a un segundo plano hasta el fin de sus días.
Como he dicho al inicio de este post, no existe ningún problema en disfrutar con este tipo de películas. Lo malo es creérselas, sobre todo si quien lo hace es una mujer, porqué ese es el destino de quienes toman decisiones con la mente nublada por el virus romántico.
Desarrollar el sentido del humor, la ironía y la crítica es sin duda la mejor terapia para superar los efectos de la infección.

martes, 1 de abril de 2008

Las cosas puede terminar bien


Ojalá no te hubiera conocido nunca (x4)
Para no amarte siempre, para no verte sin verte,para borrar tu recuerdo del que siempre me acuerdo y nunca me deja en paz
.oh ouo ouo oh ouo (x2)
Aquel día en aquel sueño soñando soñé, que estaba soñando contigo,bajo un cielo de estrellas mil, hay que ver, precioso, precioso.Y en aquel mar que no nos pudimos bañar, por ser tan caprichosos.
ojalá no te hubiera conocio nunca (x4)
Muchachito Bombo infierno

Este tipo de estrofas son algo corriente en nuestros días. Si se hiciera un estudio sobre la temática de las canciones compuestas durante los últimos quince años, estoy casi seguro, que ganarían las escritas para lamentarse de rupturas sentimentales. Con un predominio destacado de las quejas de “princesitas” defraudadas y de “machitos” ultrajados sobre todo lo demás.
El arrepentimiento puede ir más allá de la queja, en más de una ocasión el protagonista, centrado en su desesperación, intenta borrarlo todo de su memoria. Llegando incluso a renegar de las experiencias positivas y los momentos felices.
Nosotros, influenciados sin duda por la presencia en el cerebro del virus romántico, vemos en esto una prueba suprema de amor y consideramos al llorón de turno como un héroe de la pasión.
Pero esto no fue siempre así. A finales de los setenta, mezcladas con canciones de contenido político y ñoñerías dulzonas – que siempre las ha habido – aparecieron letras menos rencorosas, más optimistas.
Incluso Julio Iglesias, el rey de la canción insulsa, llegó a cantar cosas como “por el amor de una mujer”. Sí, por extraño que parezca esa canción era un canto la superación, no un acto de amargura eterna como la canción que encabeza este post.
Además de mujeres capaces de pedir “un hombre para después de media noche” o “materia caliente para esta tarde”, algunas se atrevían a recordar un único polvo como una experiencia bonita, sin reproches, sin tirar en cara a su amante no haber seguido a su lado hasta la eternidad.
Es el caso de ABBA y su canción Fernando. Donde una chica recuerda un encuentro erótico sin amargura ni decepción por no haber terminado en una unión mística hasta el fin de los tiempos. Algo bastante escaso en el panorama musical de principios del siglo XXI. Vale la pena leer la letra:

¿Puedes escuchar Fernando?
Me recuerda tiempo atrás
Estrellas y una noche allá
En la lumbre azul
FernandoTarareabas tu canción
Con ese suave guitarrear
Yo podía escuchar
Esos tambores con un sordo redoblar
Se acercaban más Fernando
Y el momento que pasaba
Parecía eternidad
Y sentí temor Fernando
Por la vida y juventud
Nadie pensaba en morir
Y no siento hoy vergüenza al
Confesar que tuve
Ganas de llorar
Algo había alrededor quizá
De claridad Fernando
Que brillaba por nosotros dos
En protección Fernando
No pensábamos jamás perder
Ni echar atrás
Si tuviera que volverlo a hacer
Lo haría ya Fernando
Si tuviera que volverlo a hacer
Lo haría ya Fernando
La vejez llegó Fernando
Y con ella una paz
Que hoy logramos disfrutar
Se durmió el tambor Fernando
Pareciera que fué ayer
Que lo vivimos tú y yo
Y en tus ojos veo aún
Aquel orgullo que refleja tu valor
Algo había alrededor quizá
De claridad Fernando
Que brillaba por nosotros dos
En protección Fernando
No pensábamos jamás perder
Ni echar atrás
Si tuviera que volverlo a hacer
Lo haría ya Fernando
©1976 Union Songs AB

Saber que las cosas pueden terminar bien, que podemos tener un buen recuerdo de nuestras relaciones hayan durado lo que hayan durado, quizá nos sirva para no caer en las garras del fatalismo, una de las vías de infección preferidas por el virus romántico.

miércoles, 23 de enero de 2008

El mito de la exclusividad

Creencia de que el amor romántico sólo puede sentirse por una única persona (al mismo tiempo)

Cómo puedes querer dos mujeres a la vez y no estar loco ...
Corazón Loco
Antonio Machín

Con esta contundente sentencia, el cantante cubano condenó a media humanidad al manicomio. Porque si algo ha predominado durante la evolución de la especie humana ha sido la poligamia. Más la poliginia (un hombre con varias mujeres) que la poliandria (una mujer con varios hombres).
Estas relaciones fueron tan satisfactorias como lo podían ser en la monógama Europa de su época. Y los hombres y las mujeres se querían entre ellos tanto como en las parejas supuestamente exclusivas del viejo continente.
En esta época de revisionismo, algunos antropólogos pretenden hacernos creer que la especie humana es monógama por naturaleza y que, pese a lo que los propios afectados declaran, siempre existe la pareja. Armados de un amorómetro - cuya naturaleza técnica desconozco pero de gran eficacia según parece - siempre se tiene una relación más profunda con una de las mujeres – o de los hombres – que forman el harén.
Esto, aunque pueda parecer osado, me recuerda a mi infancia. En una ocasión, una señora de cuyo nombre no quiero acordarme, me preguntó lo siguiente: ¿A quién quieres más a Papá o a Mamá? Y yo respondí: A los dos. No satisfecha con la respuesta continuó el interrogatorio. “No, seguro que quieres a uno más que al otro” y yo volví a responder “no los quiero a los dos por igual”. Pero aquella señora volvió a la carga e insistió en la pregunta. A esas edades uno carece de las dotes oratorias necesarias para replicar a tal insistencia, así que decidí dejarla plantada y volver a jugar con mis madelman. Porque en realidad me hubiera gustado decirle: “Váyase usted a la mierda”.
Desde pequeños nos estimulan de forma constante a preferir una sola persona entre todas. En desear una unión trascendente, eterna y exclusiva en el seno de la pareja. Nos dicen insistentemente que algún día conseguiremos una unión tan fuerte que no desearemos estar con nadie más.
Esto lleva a los miembros de muchas parejas a aislarse de la familia y de los amigos. Un hecho nada reprobado y frecuentemente utilizado como prueba de amor verdadero. Pero la idealización de la exclusividad en la pareja tiene efectos muy negativos. Efectos de los que nadie advierte.
Según Serge Chaumier, autor de “El nuevo arte de amar” 1, la pareja – o cualquier tipo de relación entre personas. Esto es aportación mía - no puede escapar al segundo principio de la termodinámica. Como todo ente vivo necesita aporte constante de materia y energía. Si la cerramos al mundo exterior, deja de respirar y muere.
La muerte a largo plazo de las relaciones entre las personas es, muchas veces, consecuencia directa de la búsqueda del Santo Grial de la exclusividad. Se cierra la pareja, se buscan todas las gratificaciones dentro de ella y, con el tiempo, aquello se convierte en un esqueleto.
Actualmente ha habido un cambio en el discurso. Muchos manuales de autoayuda insisten en la necesidad de mantener y cultivar las amistades después de formar una pareja. Sin embargo estas relaciones deben mantener una distancia, no salirse de madre, nuca ser eróticas y mucho menos eroticoafectivas.
Cuando esto se da, por accidente o por voluntad, uno debe elegir entre quien conoce profundamente y quien está empezando a conocer. Si no se decide o es inmaduro, o tiene un problema psicológico o simplemente es un caradura.
Una persona que se atreva a declarar públicamente su amor por dos o más de sus congéneres es considerado un hereje. Consiguiendo que el Sanedrin de la Psicología se rasgue las vestiduras.
El Virus Romántico aprovecha toda esta coyuntura para colonizar nuestra mente pudiendo producir dos actitudes igualmente estúpidas. O bien refuerza la idea de profundizar en la relación a partir de aislarla del resto del mundo, consiguiendo así la total desconexión de al menos uno de los individuos. O bien fuerza a rupturas infundadas, únicamente por constatar el no haber llegado al grado de vinculación exclusiva deseable. Un grado que nunca podrá ser alcanzado, ya se encargará el virus de generar pensamientos cada vez más exigentes al respecto.
La realidad está muy lejos del ideal romántico de la exclusividad. Contradiciendo el discurso predominante, muchas personas establecen relaciones eróticoafectivas múltiples. La mayoría las mantienen en la clandestinidad por temor a las consecuencias y nunca las formalizan. Otras pactan pero disimulan ante la sociedad. Carmen Domingo, en su libro “Cada oveja con su pareja” 2 habla de ellas. Demostrando un respeto encomiable, por cierto. Y una minoría no tienen ningún problema en hacerlo público. Es el caso de la comunidad Polyamory http://www.polyamory.org/.
Parce que hay personas capaces de querer a dos mujeres o a dos hombres a la vez sin volverse locas. Quizá muchas más personas puedan y no lo sepan porqué han sido educadas en la exclusividad romántica.
No se si el modelo de relaciones de los polyamory se impondrá en un futuro más o menos cercano. Pero si creo que nuestro modelo de monogamia secuencial como búsqueda de una mítica unión exclusiva, está produciendo más perjuicios que beneficios. Se rompen muchas parejas por falta de flexibilidad, nuestras aspiraciones son demasiado rígidas y la vida en común demasiado larga. Nos faltan herramientas de negociación y nuestra educación cierra demasiado la mente, dejando un único modelo de relación amorosa. Y así a las personas se les hace muy difícil adaptarse a una sociedad cada vez más dinámica.

1. Chaumier, Serge. El nuevo arte de amar. Alianza Editorial. Madrid 2006. Pág. 184-191.
2. Domingo, Carmen. Cada oveja con su pareja. Ediciones Urano. Barcelona 2003. Pág. 63-81.