domingo, 23 de septiembre de 2007

De la pureza a la belleza

Cada vez que las mujeres alcanzan un cierto grado de poder dentro de la sociedad, se da una reacción por parte del patriarcado. Esta reacción se ha caracterizado siempre por una fase inicial de adulación y ensalce de la figura femenina a la que sigue una de sumisión y misoginia que intenta contener el cambio.
El virus romántico tiene un papel fundamental en este tipo de transformaciones. Actúa como lo haría la artillería en el campo de batalla aturdiendo y debilitando las defensas del enemigo.
Así lo hizo durante el periodo posterior a la Revolución Francesa, el llamado periodo romántico. La Ilustración había conseguido un cierto avance de las mujeres – las nobles y altoburguesas, se entiende -. En los salones las cortesanas se trataban de tú a tú con filósofos y literatos. Más tarde, durante la Revolución, las mujeres llegaron a reivindicar una carta de “los derechos de la mujer y la ciudadana”.
Con el final de episodio revolucionario vino la reacción. El Código Napoleónico las asimiló a la infancia, convirtiéndolas en seres dependiente y eternamente incapacitadas par los asuntos públicos.
Esa ignominia debía justificarse de alguna manera y para ello fue necesario crear un ideal femenino basado en la pureza y la inocencia. Si el código penal asimilaba la mujer a los niños, la educación preparaba a las jóvenes para que aceptaras e incluso promovieran actitudes justificadoras de ese estatu quo.
A principios del siglo XIX se creó lo que podríamos denominar el círculo de la pureza. Un complejo ideológico preparado para atrapar la mente de las mujeres en un juego donde siempre salían perdiendo.
El círculo de la pureza basaba su poder de dominio en colocar en su centro un ideal inalcanzable: La mujer absolutamente pura. En los países católicos era la Virgen María, cuyo milagroso embarazo respetó su virginidad incluso después de parir. En los protestantes el mito se montó alrededor del mito puritano según el cual una mujer podía alcanzar la perfección moral a través de mantenerse lo más alejada posible de los placeres eróticos.
De este círculo mental solamente se salía por tres caminos: La violación, la seducción o el matrimonio. Las dos primeras formas llevaban a la marginalidad. Normalmente las mujeres violadas o seducidas terminaban siendo prostitutas. Pasaban, por lo tanto, a ser de titularidad pública. La tercera forma era la única decente y condenaba a la mujer a ser propiedad del marido.
La mujer podía optar por no salir nunca del círculo y entonces, o bien se hacía monja o bien se convertía en una solterona. Estas mujeres representaban la pureza hasta la muerte y eran respetadas siempre y cuando se esforzaran por conservarla.
Con los cambios ocurridos durante los años sesenta esta forma de pensar se quebró definitivamente. Las mujeres empezaron a no aceptar que su valor social dependiera dispuestas a entablar intercambios eróticos. Las leyes del patriarcado fueron puestas a debate público y gran cantidad de mitos sobre la sexualidad quedaron obsoletos.
Pasaron los setenta y llegó la reacción conservadora. Se puso freno a todos los avances y se intentó dar marcha atrás. Como siempre ocurre en estas ocasiones y como había ocurrido ya anteriormente, el virus romántico infectó las mentes de millones de personas.
Desde la subida al poder de Ronald Reagan y Margaret Teacher se ha ido ensalzando “los valores femeninos”. Paralelamente el movimiento feminista adopta la diferencia como eje de sus reivindicaciones y en los medios de comunicación se muestra mujeres vestidas con modas cada vez más diferenciadas de los hombres.
Los trajes infantilizan y realzan la imagen frágil, mientas la política la victimiza. Cada vez hay más leyes llamadas de protección pero cuyos efectos son más paralizantes que defensivos. La mujer es un ser que debe ser protegido de la naturaleza maligna de los hombres.
El círculo de la pureza ha sido sustituido por el círculo de la belleza. Ahora el ideal de millones de jovencitas no es ya la Virgen María sino la top model de moda. Tal y como ocurriera en tiempos de nuestras abuelas, las mujeres vuelven a ser pasivas. Si en tiempos de la Reina Victoria esa pasividad se concretaba en un desinterés absoluto por el erotismo, ahora se concreta en un afán desmesurado por la exhibición de un cuerpo atractivo. Ser deseada es el gran objetivo, tener intercambios eróticos pasa a un segundo, incluso a un tercer plano.
Las sociedades utilizan los objetivos imposibles como una forma de canalizar la energía de sus miembros. Una energía que, en otras circunstancias, podría llevar a un cambio social. El mito de la pureza absoluta era imposible de alcanzar y por eso millones de chicas perdieron su preciso tiempo en sacrificios de todo tipo. Ahora el mito de la belleza cumple un cometido similar. Las chicas se sacrifican, se adornan y se exhiben con el objeto de conseguir el reconocimiento de su belleza. Desperdician miles de horas en busca de ese “Santo Grial” y así no se dedican a otros quehaceres.
Un amigo mío ha encontrado un término perfecto para definir esta estrategia: El safari fotográfico. Se trata de conseguir la admiración y el interés del máximo número de personas. La chica sale cada noche a demostrarse a si misma su atractivo y para ello emplea todos sus conocimientos de belleza y seducción con el fin de atraer al máximo número de hombres (si es hetero, porqué existe también la forma homosexual del safari fotográfico).
Como en la antigua forma de dominación, la mujer puede salir de este círculo mediante las tres maneras anteriormente citadas. Pero como las cosas no son siempre igual por mucha marcha atrás que se haya querido dar, ni la violación ni la seducción llevan a marginar a la mujer.
Cada vez es más patente este tipo de comportamiento y cada vez es mayor la presión social y mediática sobre las mujeres para que actúen de esta forma. Se consigue así potenciar la pasividad femenina y evitar que tengan demasiados intercambios eróticos.
El virus romántico contribuye a generar pensamientos absurdos y a evitar cualquier posibilidad de crítica, convirtiéndose así en un cómplice necesario. Se puede permanecer mucho tiempo en este círculo de la belleza esperando un “principe azul” o anhelando “la relación perfecta”.
Al final se trata de una forma más de dirigir la sexualidad femenina hacia el matrimonio.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Una aclaración

Estar contra los efectos perniciosos de infección romántica de nuestra mente no significa en absoluto volverse un ser cruel, insensible y frío. Gracias a Dios no es necesario recurrir a la cirugía para sanar nuestro cerebro, los tejidos afectados pueden curarse sin que su función quede afectada en grado alguno.
Querer a una persona, incluso quererla muchísimo es posible sin necesidad de estar sujetos a la manipulación romántica. Es más, me atrevería a decir que los individuos románticos no quieren a sus objetos de amor, simplemente los utilizan como excusa para continuar desperdiciando su vida en pos de objetivos inalcanzables y vanos.
Muchas canciones, novelas y películas están contaminadas. Las dos que he comentado son un ejemplo pero hay muchas más. Parece comos si los autores fueran incapaces de hablar de ternura y cariño sin renunciar a convertir su letra en un alegato del amor romántico. El respeto, la complicidad, el disfrute y la alegría no aparecen por ninguna parte. En su lugar se alaban los celos, la desesperación, la angustia y en algunas ocasiones la crueldad.
Si es importante desdramatizar estas canciones mediante la ironía y el buen humor, no es menos necesario exponer algunas cuya letra describe o ensalza el amor basado en el compañerismo y el respeto a la libertad. En raras ocasiones – últimamente cada vez menos – ocurre este milagro. Un autor decide contar una historia sin recurrir al dramatismo del desengaño o la furia de los celos.
Este es caso de una canción de Lluis Llach cuyo título es “Que tinguem sort” y que no necesita comentarios.

Si em dius adéu,
vull que el dia sigui net i clar,
que cap ocell
trenqui l'harmonia del seu cant.
Que tinguis sort
i que trobis el que t'ha mancat
en mi.


Si me dices adiós,
quiero que el día sea limpio y claro
que ningún pájaro
Rompa su armonía con su canto
Que tengas suerte
y que encuentres lo que te ha faltado
en mi

Si em dius: "et vull",
que el sol faci el dia molt més llarg,
i així, robar
temps al temps d'un rellotge aturat.

Que tinguem sort,
que trobem tot el que ens va mancar
ahir.


Si me dices “te quiero”
que el sol haga el día mucho más largo,
y así encontrar
tiempo al tiempo de un reloj detenido
Que tengamos suerte,
que encontremos todo lo que nos faltó
Ayer.

I així pren, i així pren
tot el fruit que et pugui donar
el camí que, a poc a poc,
escrius per demà.
Que demà, que demà
mancarà el fruit de cada pas;
per això malgrat la boira,
cal caminar.


Y así toma, toma, y así toma
todo el fruto que pueda darte
el camino que, poco a poco,
ecribes para el mañana.
Que mañana, que mañana
faltara el fruto de cada paso
por eso a pesar de la niebla
es necesario caminar.

Si véns amb mi,
no demanis un camí planer,
ni estels d'argent,
ni un demà ple de promeses, sols
un poc de sort,
i que la vida ens doni un camí
ben llarg.


Si vienes conmigo,
no pidas un camino plano,
ni estrellas de plata,
ni un mañana lleno de promesas, sólo
un poco de suerte
y que la vida nos de un camino
muy largo.

martes, 4 de septiembre de 2007

Tú de que vas

Presumiendo que lo sabe todo
me dice cosas que no suenan del todo bien
está tratando de seducirme
entre la marcha hay tanto ruido no le oigo bien

Empieza la canción narrando el encuentro de una chica y un presunto seductor en una discoteca. Digo presunto seductor porqué ni ella misma es capaz de asegurar al cien por cien que esa sea la intención del sujeto.
Como consecuencia decide aplicar el primer principio del ligue romántico: “Todo intercambio erótico debe darse de forma que la persona no se sienta en absoluto responsable”.
Este principio, consecuencia de una infección romántica seguramente ocurrida durante la niñez o la adolescencia tiene consecuencias diferentes en función del sexo:
- En un individuo XX produce pasividad y resistencia (eso si, pasiva). Si ha de terminar ocurriendo será por obra del destino, no por voluntad de la interpelada.
- En un individuo XY el efecto es totalmente contrario, estimula la actividad ignorando incluso cualquier pista de desinterés por parte de la otra persona. Se cree un agente del destino y, por lo tanto, responsable de que el encuentro llegue a buen fin.

Pelo hacia atrás, sonrisa retorcida
intentará abordarme por segunda vez
no se da cuenta que no me interesa
que lo que diga o lo que haga lo conozco bien

En esta segunda estrofa, la chica decide “hacerse valer” y aplica otro gran principio, aunque este es únicamente femenino: “El valor de una chica es directamente proporcional a las trabas que ponga a su propio deseo. Dejando así el máximo de responsabilidad en manos del destino”.
Desprecia el proceder del muchacho por previsible, no consigue engañarla. Algo del todo intolerable porqué de no cambiar las cosas, o bien ser verá obligada a tomar iniciativa (algo casi imposible para ciudadanas ibéricas) , o bien quedarse sin conocer a la persona que la está interpelando (lo más frecuente en estas latitudes) por muy deseable que esta le resulte.

Y no me hables de sexo seguro
ni plastifiques mi corazónya
estoy cansada de cuerpos duros
y mentes blandas que no saben de amor

Esta es la parte de moralina esteriotipada. En la primera estrofa parece atribuir al “condón” propiedades metafísicas que ni el mismísimo Santo Tomás de Aquino hubiese detectado, si hubiese conocido el artefacto.
La segunda es una queja general contra todos los hombres que solamente quieren una cosa. Es absolutamente inadmisible que una persona no quiera tener una relación para toda la vida tras un breve intercambio erótico, ¿dónde se ha visto semejante cosa? Si ella está deseando que ocurra ese milagro. Lleva toda la vida preparándose.
Es este un comportamiento propio de quien ha sido infectado. Todo virus intenta infectar otros huéspedes utilizando varias estrategias. En el caso de la gripe los estornudos y mucosidades cumplen esta misión con gran eficacia. El virus romántico, al ser de naturaleza mental, debe recurrir a otros procedimientos.
Así, el o la autora de la canción intenta difundir el romanticismo con la conocida treta conservadora de quejarse de la degeneración moral, por muy puritana que sea la sociedad. Acusa indirectamente a todos los individuos de comportamientos libertinos y amorales, cuando es perfectamente observable una actitud contraria en la mayoría de la gente.
Quejarse en este momento de la falta de romanticismo es, como mínimo, un sarcasmo.

Cuando tú vas... yo vengo de allí
cuando yo voy, tú todavía estás aquí
y crees que me puedes confundir
Y de que vas... mirándome atrás
ay que descaro, ahora me gustas más
y es que no me fío porque sé que tú me engañarás

Esta estrofa es todo un manifiesto a favor del acoso y la total ignorancia de la dignidad femenina. La protagonista, que tan dura se ha mostrado hasta ahora, empieza a valorar al seductor en cuanto este se ha saltado cualquier norma de educación y respeto. La chica continua quejándose de lo previsible de sus actos, lleva ya un buen rato mostrándose absolutamente pasiva y el sujeto a penas ha logrado impresionarla un pelo.
Pero el chico hace un movimiento inesperado. Pasando absolutamente de la voluntad de la protagonista decide actuar por cuenta propia y aplicar el principio misógeno por excelencia: “Las mujeres cuando dicen no, en realidad quieren decir sí”. Lo más sorprendente, sin embargo es que la chica reaccione positivamente ante tal conducta, convirtiéndose así en colaboradora de su verdugo.
En realidad no hace más que seguir al pie de la letra el primer principio del ligue romántico y delegar toda responsabilidad al destino. Así, si la cosa termina mal – o bien según se mire – podrá culpar a todo el mundo menos a ella.

Le vi una mueca casi congelada
reflejado está en su cara lo que dije de él
y como un rayo sólo dio la vuelta
me conquistó cuando me dijo que me equivoqué

Ahora la chica se da cuenta que se ha pasado. Una cosa es tentar al destino y otra muy diferente quedarse a dos velas. Y es que la “estrategia de la borde” tiene su límite. Pero el primer principio continua actuando y fuerza al otro contendiente – en este momento podemos hablar ya de un conflicto bélico – a resistir y continuar en la brecha.

Por fin preguntas como me llamaba
la verdad hubieses empezado con buen pie
comprenderás que yo no te conozco
pero me muero de deseo por besar su piel

He aquí una de las muestras de hipocresía más claras de todo el panorama musical actual. Resulta que la que hasta ahora ha estado rechazando una proposición por considerarla indigna de su persona. La que ha despreciado las muestras más o menos logradas de ingenio, se hubiera conformado con un “hola que tal” ¡Vamos hombre! , que no nos chupamos el dedo.
La canción continua repitiendo el estribillo ligeramente modificado por lo que puede considerarse la aportación más inteligente de toda la pieza musical: “dum dum, dubidum, dubidum. Yeah mm... dan dan dururu dan deee”.

Y no me hables de sexo seguro
ni plastifiques mi corazón
ya estoy cansada de cuerpos duros
y mentes blandas que no saben de amor

Cuando tú vas... yo vengo de allí
cuando yo voy, tú todavía estás aquí
y crees que me puedes confundir
Y de que vas... mirándome atrása
y que descaro, ahora me gustas más
y es que no me fío porque sé que tu me engañarás
dum dum, dubidum, dubidumyeahmm... dan dan dururu dan deee

Cuando tú vas... yo vengo de allí
cuando yo voy, tú todavía estás aquí
y crees que me puedes confundir
Y de que vas... mirándome atrása
y que descaro, ahora me gustas más
y es que no me fío porque sé que tu me engaña...sé que tu me engaña...sé que tu me engañarás

Este es un ejemplo de cómo el virus romántico puede llegar a dificultar la comunicación. A través de promocionar en las mujeres la actitud pasiva e infantil y en los hombres la falta absoluta de respeto hacia la voluntad femenina, consigue que toda relación se inicie en un plano de desigualdad.
Y lo más lamentable de todo esto es que se hace en nombre del prestigio y la reputación. La chica, que tan interesada estaba al inicio en conservar su autoestima, termina en manos de un manipulador lo suficientemente hábil como para hacerle creer que su sumisión es deseo. Un manipulador cuyo comportamiento no es del todo consciente y cuya intención no es el goce o el disfrute – como podríamos pensar – sino un aumento en su valía como seductor.
En otros tiempos, cuando la mujer estaba legalmente sujeta a un hombre, “dejarse llevar por la pasión” era una forma de escapar al control patriarcal. La falta contra el decoro cometida por una adolescente o una esposa podía ser excusada, con más o menos fortuna, apelando a un enamoramiento fruto del destino.
Sin embargo el virus romántico contaminó el concepto y lo transformó en una forma de buscar la subyugación de la mujer. Ahora esta fuerza poderosa e irresistible que servía para “echar una cana al aire” se ha convertido en una manera de conseguir que las mujeres renuncien a cualquier acción activa durante la seducción.
Esto las coloca en una posición de inferioridad, porqué quedan a merced del ímpetu y la osadía de de los hombres. Y esas dos actitudes no son, ni han sido nunca, sinónimo de destreza erótica ni de capacidad para mantener relaciones equilibradas.