lunes, 17 de diciembre de 2007

El mito de la media naranja

Creo que empiezo a entender
(despacio, despacio comienzo a entender)
Nos deseabamos desde antes de nacer
(te siento, te siento, te siento estremecer)
tengo el presentimiento de que empieza la acción
(adentro, adentro te vas quedando)
y las mujeres somos las de la intuición.
Asi, estoy dispuesta a todo
Shakira

Tal y como expliqué en la entrada dedicada a los mitos del Amor Romántico, este virus encuentra lugares de anclaje muy efectivos en conceptos asumidos desde la más tierna infancia. Es a través de ellos como el virus consigue hacerse con nuestra mente y canalizar nuestra energía hacia la consecución de objetivos inútiles o perjudiciales.
El origen de este mito se remonta a la antigüedad clásica y se atribuye a Platón el mérito de haberlo utilizado como argumento justificador de la atracción erótica. Según el filósofo explica en su obra “El banquete”, en un origen éramos seres andróginos. Esto significa que teníamos una parte masculina y otra femenina. Pero por un azar del destino o por sadismo de los dioses, no se sabe bien, fuimos divididos en seres masculinos y seres femeninos. Desde entonces buscamos la parte que nos falta en los miembros del otro sexo. Y, cuando la encontramos gozamos de una unión feliz, placentera y eterna.
El cristianismo y el romanticismo después, cambiaron la unión corporal original por una más espiritual. El argumento se fue transformando y el ser mítico poseedor de los dos sexos en dos almas gemelas que tras encarnarse en la tierra se buscan para formar una pareja también feliz, placentera y eterna.
Este es, cuanto menos, un engaño en si mismo. Se trata de un argumento cuya validez es imposible demostrar porqué siempre se cumple. Si encontramos a una persona con la que nos sentimos felices consideramos tal situación como una prueba de la existencia de nuestra alma gemela. Si andando el tiempo cortamos con ella, esta circunstancia se convierte en prueba evidente de que no era nuestra media naranja. Independientemente de si encontramos o no encontramos nuestro complementario, no vamos a dudar nunca de su existencia.
Y es precisamente aquí donde encuentra el virus romántico su lugar de anclaje. A partir de este concepto consigue establecer un mecanismo que hará eterna, no la relación con la persona adecuada, sino su búsqueda.
En realidad nos coloca el “caramelo” haciéndonos creer en la facilidad a la hora de establecer el vínculo. Si esa persona es mi alma gemela no es necesario que me esfuerce en conocerla o en aceptarla como es. Como dice la canción: “nos deseamos desde antes de nacer”.
La creencia en un perfecto acoplamiento a la primera gracias al destino, a la química o a una existencia anterior a la actual, nos quita el sentido de responsabilidad. No podemos sentirnos responsables de fuerzas tan poderosas, colocándonos así en una posición a moral. No estoy con alguien por haber hecho una elección, son circunstancias ajenas a mi persona las que me han llevado a tal situación.
Convertir una elección basada en valores – todas lo son- en algo involuntario es perfecto para la conservación del orden vigente. Las personas que son conscientes de sus elecciones morales pueden llegar a cuestionar las normas y eso nunca les ha gustado a las clases dominantes.
La agradable euforia que se origina cuando establecemos una relación, sobretodo al principio, puede llevarnos a considerar el encuentro como algo mágico. Ante un acontecimiento de este tipo es fácil aceptar mitos como este de la media naranja. Si además observamos en el discurso social una ausencia total de crítica al respecto, cuando no un apoyo más o menos velado a través de novelas, películas y espacios televisivos, es normal acabar aceptando el mito de la media naranja y caer en riesgo de infección grave.
Todos podemos caer presas de sentimientos irracionales y ser presas del virus romántico, pero en determinados ámbitos sociales poseemos mecanismos mentales que actúan como defensas ante tal amenaza. El ámbito económico es un ejemplo: Si acudiéramos a un banco en busca de un préstamo argumentando que hemos decidido aceptar como socio a una determinada persona, basándonos únicamente en la fuerte convicción de que conocemos a esa persona desde antes de nacer, lo más seguro es que nos de unos golpecitos en la espalda y nos recomienden visitar a un psiquiatra.
Si, por el contrario, justificamos el haber elegido a nuestra pareja basándonos en el mito de la media naranja, obtendremos seguramente la aprobación de los otros cuando no la admiración emocionada por demostrar tal grado de sensibilidad.
Elegir la pareja en base a un argumento tan alejado de la realidad es como sacar un billete con destino a la frustración. Los vínculos se establecen y se mantienen mediante un esfuerzo de diálogo y comprensión del otro. Ninguna leyenda, por muy bonita que sea, puede sustituirlo.

jueves, 18 de octubre de 2007

Necrofilia de pasarela

La infección romántica de la mente conduce con frecuencia a aceptar el estatu quo. Este conservadurismo no es consecuencia de una reflexión racional sino en una suspensión temporal – quiero creer que temporal – de la capacidad crítica de las personas. Si no soy incapaz de criticar de forma racional jamás podré plantear una alternativa poderosa a cualquier injusticia social.
En una época donde se ha impuesto la visión romántica de la vida a través de poner en un pedestal a las emociones – y no los sentimientos – no es de extrañar que la moda se haya visto afectada por el malvado virus.

Al patriarcado le ha convenido siempre la pasividad de la mujer por eso la ha querido siempre callada y sumisa, incapaz de manifestar sus deseos. En el siglo XIX elevó a modelo de feminidad a la mujer tísica, consiguiendo que su aspecto macilento llegara a ser considerado como ideal de belleza.
En una época de pública y manifiesta misoginia quedaba patente, a través de la adopción de tales modelos de belleza, el miedo de los hombres a la mujer sana, capaz y activa. No en vano muchos antropólogos consideran que el origen del patriarcado se encuentra en el temor del hombre hacia el poder engendrador de la mujer. Un temor que se transformó con el tiempo en fobia y que dio lugar al sexismo en las sociedades primitivas.
Ahora, en pleno siglo XXI, parecemos haber regresado a tiempos pasados al menos en lo que concierne a la moda. No me referiré aquí a ese programa de la televisión donde se practica el sadismo emocional con adolescentes . No es necesario insistir sobre su carácter destructivo sobre la moral de las concursantes y su efecto pernicioso sobre los espectadores, basta con ver un programa para darse cuenta.
Me refiero a los desfiles de moda donde aparecen maniquíes – me resisto a utilizar la palabra modelo para definirlas- con cuerpos dignos de Buchenbald o Auschwitz y con expresiones propias de cuerpos en tanatorios o salas de autopsia.
Hace un tiempo me preguntaba porqué las maniquíes de pasarela nunca sonríen. Al parecer lo tienen rotundamente prohibido. Es algo excepcional porqué normalmente se les pide todo lo contrario. Al anunciar una marca de leche o al asistir a un congreso en calidad de azafata, la sonrisa es imprescindible. Algo por otro lado natural, si uno quiere vender un producto tendrá más posibilidades adoptando una actitud alegre y cordial que si pone la típica cara de cabreada altiva que ellas muestran en la pasarela.
Entonces, ¿por qué esa mueca? Una posible explicación puede estar en la deriva hacia un ideal de belleza femenino poco saludable , cuando no cadavérico, que se viene observando desde los años 90. Los maquillajes imitan cada vez más el aspecto de los muertos y las chicas se van pareciendo a espíritus etéreos dignos de protagonizar una novela de gótica.
El virus romántico ha infectado la mente de diseñadores y maquilladoras hasta tal punto que no pueden consentir el desfile de mujeres de carne y hueso. Como hemos visto en otras ocasiones el romanticismo es un aliado del patriarcado, al patriarcado le interesan las mujeres pasivas. Y, ¿qué hay más pasivo que un cadáver?
Esta actitud consigue aunar la tendencia a promocionar la pasividad femenina propia del machismo con el ansia necrofílica del romanticismo. Así todos contentos, menos las miles de mujeres que pasan hambre para conseguir un cuerpo que nunca tendrán y que si llegan a lograr las llevará a la enfermedad, cuando no a la muerte.

domingo, 23 de septiembre de 2007

De la pureza a la belleza

Cada vez que las mujeres alcanzan un cierto grado de poder dentro de la sociedad, se da una reacción por parte del patriarcado. Esta reacción se ha caracterizado siempre por una fase inicial de adulación y ensalce de la figura femenina a la que sigue una de sumisión y misoginia que intenta contener el cambio.
El virus romántico tiene un papel fundamental en este tipo de transformaciones. Actúa como lo haría la artillería en el campo de batalla aturdiendo y debilitando las defensas del enemigo.
Así lo hizo durante el periodo posterior a la Revolución Francesa, el llamado periodo romántico. La Ilustración había conseguido un cierto avance de las mujeres – las nobles y altoburguesas, se entiende -. En los salones las cortesanas se trataban de tú a tú con filósofos y literatos. Más tarde, durante la Revolución, las mujeres llegaron a reivindicar una carta de “los derechos de la mujer y la ciudadana”.
Con el final de episodio revolucionario vino la reacción. El Código Napoleónico las asimiló a la infancia, convirtiéndolas en seres dependiente y eternamente incapacitadas par los asuntos públicos.
Esa ignominia debía justificarse de alguna manera y para ello fue necesario crear un ideal femenino basado en la pureza y la inocencia. Si el código penal asimilaba la mujer a los niños, la educación preparaba a las jóvenes para que aceptaras e incluso promovieran actitudes justificadoras de ese estatu quo.
A principios del siglo XIX se creó lo que podríamos denominar el círculo de la pureza. Un complejo ideológico preparado para atrapar la mente de las mujeres en un juego donde siempre salían perdiendo.
El círculo de la pureza basaba su poder de dominio en colocar en su centro un ideal inalcanzable: La mujer absolutamente pura. En los países católicos era la Virgen María, cuyo milagroso embarazo respetó su virginidad incluso después de parir. En los protestantes el mito se montó alrededor del mito puritano según el cual una mujer podía alcanzar la perfección moral a través de mantenerse lo más alejada posible de los placeres eróticos.
De este círculo mental solamente se salía por tres caminos: La violación, la seducción o el matrimonio. Las dos primeras formas llevaban a la marginalidad. Normalmente las mujeres violadas o seducidas terminaban siendo prostitutas. Pasaban, por lo tanto, a ser de titularidad pública. La tercera forma era la única decente y condenaba a la mujer a ser propiedad del marido.
La mujer podía optar por no salir nunca del círculo y entonces, o bien se hacía monja o bien se convertía en una solterona. Estas mujeres representaban la pureza hasta la muerte y eran respetadas siempre y cuando se esforzaran por conservarla.
Con los cambios ocurridos durante los años sesenta esta forma de pensar se quebró definitivamente. Las mujeres empezaron a no aceptar que su valor social dependiera dispuestas a entablar intercambios eróticos. Las leyes del patriarcado fueron puestas a debate público y gran cantidad de mitos sobre la sexualidad quedaron obsoletos.
Pasaron los setenta y llegó la reacción conservadora. Se puso freno a todos los avances y se intentó dar marcha atrás. Como siempre ocurre en estas ocasiones y como había ocurrido ya anteriormente, el virus romántico infectó las mentes de millones de personas.
Desde la subida al poder de Ronald Reagan y Margaret Teacher se ha ido ensalzando “los valores femeninos”. Paralelamente el movimiento feminista adopta la diferencia como eje de sus reivindicaciones y en los medios de comunicación se muestra mujeres vestidas con modas cada vez más diferenciadas de los hombres.
Los trajes infantilizan y realzan la imagen frágil, mientas la política la victimiza. Cada vez hay más leyes llamadas de protección pero cuyos efectos son más paralizantes que defensivos. La mujer es un ser que debe ser protegido de la naturaleza maligna de los hombres.
El círculo de la pureza ha sido sustituido por el círculo de la belleza. Ahora el ideal de millones de jovencitas no es ya la Virgen María sino la top model de moda. Tal y como ocurriera en tiempos de nuestras abuelas, las mujeres vuelven a ser pasivas. Si en tiempos de la Reina Victoria esa pasividad se concretaba en un desinterés absoluto por el erotismo, ahora se concreta en un afán desmesurado por la exhibición de un cuerpo atractivo. Ser deseada es el gran objetivo, tener intercambios eróticos pasa a un segundo, incluso a un tercer plano.
Las sociedades utilizan los objetivos imposibles como una forma de canalizar la energía de sus miembros. Una energía que, en otras circunstancias, podría llevar a un cambio social. El mito de la pureza absoluta era imposible de alcanzar y por eso millones de chicas perdieron su preciso tiempo en sacrificios de todo tipo. Ahora el mito de la belleza cumple un cometido similar. Las chicas se sacrifican, se adornan y se exhiben con el objeto de conseguir el reconocimiento de su belleza. Desperdician miles de horas en busca de ese “Santo Grial” y así no se dedican a otros quehaceres.
Un amigo mío ha encontrado un término perfecto para definir esta estrategia: El safari fotográfico. Se trata de conseguir la admiración y el interés del máximo número de personas. La chica sale cada noche a demostrarse a si misma su atractivo y para ello emplea todos sus conocimientos de belleza y seducción con el fin de atraer al máximo número de hombres (si es hetero, porqué existe también la forma homosexual del safari fotográfico).
Como en la antigua forma de dominación, la mujer puede salir de este círculo mediante las tres maneras anteriormente citadas. Pero como las cosas no son siempre igual por mucha marcha atrás que se haya querido dar, ni la violación ni la seducción llevan a marginar a la mujer.
Cada vez es más patente este tipo de comportamiento y cada vez es mayor la presión social y mediática sobre las mujeres para que actúen de esta forma. Se consigue así potenciar la pasividad femenina y evitar que tengan demasiados intercambios eróticos.
El virus romántico contribuye a generar pensamientos absurdos y a evitar cualquier posibilidad de crítica, convirtiéndose así en un cómplice necesario. Se puede permanecer mucho tiempo en este círculo de la belleza esperando un “principe azul” o anhelando “la relación perfecta”.
Al final se trata de una forma más de dirigir la sexualidad femenina hacia el matrimonio.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Una aclaración

Estar contra los efectos perniciosos de infección romántica de nuestra mente no significa en absoluto volverse un ser cruel, insensible y frío. Gracias a Dios no es necesario recurrir a la cirugía para sanar nuestro cerebro, los tejidos afectados pueden curarse sin que su función quede afectada en grado alguno.
Querer a una persona, incluso quererla muchísimo es posible sin necesidad de estar sujetos a la manipulación romántica. Es más, me atrevería a decir que los individuos románticos no quieren a sus objetos de amor, simplemente los utilizan como excusa para continuar desperdiciando su vida en pos de objetivos inalcanzables y vanos.
Muchas canciones, novelas y películas están contaminadas. Las dos que he comentado son un ejemplo pero hay muchas más. Parece comos si los autores fueran incapaces de hablar de ternura y cariño sin renunciar a convertir su letra en un alegato del amor romántico. El respeto, la complicidad, el disfrute y la alegría no aparecen por ninguna parte. En su lugar se alaban los celos, la desesperación, la angustia y en algunas ocasiones la crueldad.
Si es importante desdramatizar estas canciones mediante la ironía y el buen humor, no es menos necesario exponer algunas cuya letra describe o ensalza el amor basado en el compañerismo y el respeto a la libertad. En raras ocasiones – últimamente cada vez menos – ocurre este milagro. Un autor decide contar una historia sin recurrir al dramatismo del desengaño o la furia de los celos.
Este es caso de una canción de Lluis Llach cuyo título es “Que tinguem sort” y que no necesita comentarios.

Si em dius adéu,
vull que el dia sigui net i clar,
que cap ocell
trenqui l'harmonia del seu cant.
Que tinguis sort
i que trobis el que t'ha mancat
en mi.


Si me dices adiós,
quiero que el día sea limpio y claro
que ningún pájaro
Rompa su armonía con su canto
Que tengas suerte
y que encuentres lo que te ha faltado
en mi

Si em dius: "et vull",
que el sol faci el dia molt més llarg,
i així, robar
temps al temps d'un rellotge aturat.

Que tinguem sort,
que trobem tot el que ens va mancar
ahir.


Si me dices “te quiero”
que el sol haga el día mucho más largo,
y así encontrar
tiempo al tiempo de un reloj detenido
Que tengamos suerte,
que encontremos todo lo que nos faltó
Ayer.

I així pren, i així pren
tot el fruit que et pugui donar
el camí que, a poc a poc,
escrius per demà.
Que demà, que demà
mancarà el fruit de cada pas;
per això malgrat la boira,
cal caminar.


Y así toma, toma, y así toma
todo el fruto que pueda darte
el camino que, poco a poco,
ecribes para el mañana.
Que mañana, que mañana
faltara el fruto de cada paso
por eso a pesar de la niebla
es necesario caminar.

Si véns amb mi,
no demanis un camí planer,
ni estels d'argent,
ni un demà ple de promeses, sols
un poc de sort,
i que la vida ens doni un camí
ben llarg.


Si vienes conmigo,
no pidas un camino plano,
ni estrellas de plata,
ni un mañana lleno de promesas, sólo
un poco de suerte
y que la vida nos de un camino
muy largo.

martes, 4 de septiembre de 2007

Tú de que vas

Presumiendo que lo sabe todo
me dice cosas que no suenan del todo bien
está tratando de seducirme
entre la marcha hay tanto ruido no le oigo bien

Empieza la canción narrando el encuentro de una chica y un presunto seductor en una discoteca. Digo presunto seductor porqué ni ella misma es capaz de asegurar al cien por cien que esa sea la intención del sujeto.
Como consecuencia decide aplicar el primer principio del ligue romántico: “Todo intercambio erótico debe darse de forma que la persona no se sienta en absoluto responsable”.
Este principio, consecuencia de una infección romántica seguramente ocurrida durante la niñez o la adolescencia tiene consecuencias diferentes en función del sexo:
- En un individuo XX produce pasividad y resistencia (eso si, pasiva). Si ha de terminar ocurriendo será por obra del destino, no por voluntad de la interpelada.
- En un individuo XY el efecto es totalmente contrario, estimula la actividad ignorando incluso cualquier pista de desinterés por parte de la otra persona. Se cree un agente del destino y, por lo tanto, responsable de que el encuentro llegue a buen fin.

Pelo hacia atrás, sonrisa retorcida
intentará abordarme por segunda vez
no se da cuenta que no me interesa
que lo que diga o lo que haga lo conozco bien

En esta segunda estrofa, la chica decide “hacerse valer” y aplica otro gran principio, aunque este es únicamente femenino: “El valor de una chica es directamente proporcional a las trabas que ponga a su propio deseo. Dejando así el máximo de responsabilidad en manos del destino”.
Desprecia el proceder del muchacho por previsible, no consigue engañarla. Algo del todo intolerable porqué de no cambiar las cosas, o bien ser verá obligada a tomar iniciativa (algo casi imposible para ciudadanas ibéricas) , o bien quedarse sin conocer a la persona que la está interpelando (lo más frecuente en estas latitudes) por muy deseable que esta le resulte.

Y no me hables de sexo seguro
ni plastifiques mi corazónya
estoy cansada de cuerpos duros
y mentes blandas que no saben de amor

Esta es la parte de moralina esteriotipada. En la primera estrofa parece atribuir al “condón” propiedades metafísicas que ni el mismísimo Santo Tomás de Aquino hubiese detectado, si hubiese conocido el artefacto.
La segunda es una queja general contra todos los hombres que solamente quieren una cosa. Es absolutamente inadmisible que una persona no quiera tener una relación para toda la vida tras un breve intercambio erótico, ¿dónde se ha visto semejante cosa? Si ella está deseando que ocurra ese milagro. Lleva toda la vida preparándose.
Es este un comportamiento propio de quien ha sido infectado. Todo virus intenta infectar otros huéspedes utilizando varias estrategias. En el caso de la gripe los estornudos y mucosidades cumplen esta misión con gran eficacia. El virus romántico, al ser de naturaleza mental, debe recurrir a otros procedimientos.
Así, el o la autora de la canción intenta difundir el romanticismo con la conocida treta conservadora de quejarse de la degeneración moral, por muy puritana que sea la sociedad. Acusa indirectamente a todos los individuos de comportamientos libertinos y amorales, cuando es perfectamente observable una actitud contraria en la mayoría de la gente.
Quejarse en este momento de la falta de romanticismo es, como mínimo, un sarcasmo.

Cuando tú vas... yo vengo de allí
cuando yo voy, tú todavía estás aquí
y crees que me puedes confundir
Y de que vas... mirándome atrás
ay que descaro, ahora me gustas más
y es que no me fío porque sé que tú me engañarás

Esta estrofa es todo un manifiesto a favor del acoso y la total ignorancia de la dignidad femenina. La protagonista, que tan dura se ha mostrado hasta ahora, empieza a valorar al seductor en cuanto este se ha saltado cualquier norma de educación y respeto. La chica continua quejándose de lo previsible de sus actos, lleva ya un buen rato mostrándose absolutamente pasiva y el sujeto a penas ha logrado impresionarla un pelo.
Pero el chico hace un movimiento inesperado. Pasando absolutamente de la voluntad de la protagonista decide actuar por cuenta propia y aplicar el principio misógeno por excelencia: “Las mujeres cuando dicen no, en realidad quieren decir sí”. Lo más sorprendente, sin embargo es que la chica reaccione positivamente ante tal conducta, convirtiéndose así en colaboradora de su verdugo.
En realidad no hace más que seguir al pie de la letra el primer principio del ligue romántico y delegar toda responsabilidad al destino. Así, si la cosa termina mal – o bien según se mire – podrá culpar a todo el mundo menos a ella.

Le vi una mueca casi congelada
reflejado está en su cara lo que dije de él
y como un rayo sólo dio la vuelta
me conquistó cuando me dijo que me equivoqué

Ahora la chica se da cuenta que se ha pasado. Una cosa es tentar al destino y otra muy diferente quedarse a dos velas. Y es que la “estrategia de la borde” tiene su límite. Pero el primer principio continua actuando y fuerza al otro contendiente – en este momento podemos hablar ya de un conflicto bélico – a resistir y continuar en la brecha.

Por fin preguntas como me llamaba
la verdad hubieses empezado con buen pie
comprenderás que yo no te conozco
pero me muero de deseo por besar su piel

He aquí una de las muestras de hipocresía más claras de todo el panorama musical actual. Resulta que la que hasta ahora ha estado rechazando una proposición por considerarla indigna de su persona. La que ha despreciado las muestras más o menos logradas de ingenio, se hubiera conformado con un “hola que tal” ¡Vamos hombre! , que no nos chupamos el dedo.
La canción continua repitiendo el estribillo ligeramente modificado por lo que puede considerarse la aportación más inteligente de toda la pieza musical: “dum dum, dubidum, dubidum. Yeah mm... dan dan dururu dan deee”.

Y no me hables de sexo seguro
ni plastifiques mi corazón
ya estoy cansada de cuerpos duros
y mentes blandas que no saben de amor

Cuando tú vas... yo vengo de allí
cuando yo voy, tú todavía estás aquí
y crees que me puedes confundir
Y de que vas... mirándome atrása
y que descaro, ahora me gustas más
y es que no me fío porque sé que tu me engañarás
dum dum, dubidum, dubidumyeahmm... dan dan dururu dan deee

Cuando tú vas... yo vengo de allí
cuando yo voy, tú todavía estás aquí
y crees que me puedes confundir
Y de que vas... mirándome atrása
y que descaro, ahora me gustas más
y es que no me fío porque sé que tu me engaña...sé que tu me engaña...sé que tu me engañarás

Este es un ejemplo de cómo el virus romántico puede llegar a dificultar la comunicación. A través de promocionar en las mujeres la actitud pasiva e infantil y en los hombres la falta absoluta de respeto hacia la voluntad femenina, consigue que toda relación se inicie en un plano de desigualdad.
Y lo más lamentable de todo esto es que se hace en nombre del prestigio y la reputación. La chica, que tan interesada estaba al inicio en conservar su autoestima, termina en manos de un manipulador lo suficientemente hábil como para hacerle creer que su sumisión es deseo. Un manipulador cuyo comportamiento no es del todo consciente y cuya intención no es el goce o el disfrute – como podríamos pensar – sino un aumento en su valía como seductor.
En otros tiempos, cuando la mujer estaba legalmente sujeta a un hombre, “dejarse llevar por la pasión” era una forma de escapar al control patriarcal. La falta contra el decoro cometida por una adolescente o una esposa podía ser excusada, con más o menos fortuna, apelando a un enamoramiento fruto del destino.
Sin embargo el virus romántico contaminó el concepto y lo transformó en una forma de buscar la subyugación de la mujer. Ahora esta fuerza poderosa e irresistible que servía para “echar una cana al aire” se ha convertido en una manera de conseguir que las mujeres renuncien a cualquier acción activa durante la seducción.
Esto las coloca en una posición de inferioridad, porqué quedan a merced del ímpetu y la osadía de de los hombres. Y esas dos actitudes no son, ni han sido nunca, sinónimo de destreza erótica ni de capacidad para mantener relaciones equilibradas.

sábado, 21 de julio de 2007

Lo mitos del amor romántico

Muchos virus se aprovechan de la propia estructura del huésped. Determinadas proteínas de la superficie celular se convierten en auténticos caballos de Troya que pueden utilizar las partículas víricas para introducirse en el interior.
Algunas personas sufren ligeras alteraciones en dichas proteínas. Esta pequeña diferencia puede resultar vital a la hora de ser o no víctimas de la infección. Si el cambio favorece al virus entonces estarán más desprotegidas. Si, por el contrario, impide el enganche de este pueden llegar a ser totalmente inmunes.
Nuestra mente contiene varios sitios de anclaje para el virus romántico. Son estructuras mentales que favorecen la entrada y reproducción de este virus. Pero, a diferencia de las físicas, no son producto de la expresión de un determinado gen, se introducen en la mente durante nuestra educación y permanecen ahí a la esperando la infección para favorecerla.
Los mitos del amor romántico son un ejemplo de este tipo de estructuras. Están en nuestra mente preparados para servir de puerta de entrada al virus. Se trata de explicaciones simplistas, a menudo falsas, muy oportunas cuando nos encontramos ante situaciones estresantes o simplemente desconcertantes. El tipo de situaciones que el romanticismo utiliza para colonizar nuestra mente.
El profesor Yela, en un magnífico libro titulado “El amor desde la psicología social” ha determinado la existencia de diez mitos del amor romántico. Algunos son absurdos, otros imposibles y todos una forma de perder tiempo y energía en la persecución de espejismos.
La ventaja de trabajar con este tipo de estructuras mentales es que podemos hacerlas desaparecer si utilizamos la razón y la crítica. Algo de momento imposible con los antígenos diana de nuestro organismo. En próximas entregas trataremos, o mejor destrozaremos, cada uno de los mitos. Por ahora me conformo con enumerarlos:
1. Mito de la media naranja: creencia de que hemos elegido la pareja que teníamos predestinada de alguna forma, y que ha sido la única o la mejor elección posible.
2. Mito de la exclusividad: creencia de que el amor romántico sólo puede sentirse por una única persona (al mismo tiempo).
3. Mito de la fidelidad: creencia de que todos los deseos pasionales, románticos y eróticos, deben satisfacerse exclusivamente con una única persona: la propia pareja.
4. Mito de los celos: creencia de que los celos son un signo de amor e incluso requisito indispensable del «verdadero amor».
5. Mito del matrimonio o convivencia: creer que el amor romántico-pasional debe conducir a la unión estable de la pareja, y constituirse en la (única) base del matrimonio (o de la convivencia en pareja).
6. Mito de la omnipotencia: creencia de que «el amor lo puede todo», y, por tanto, si hay verdadero amor no deben influir decisivamente los obstáculos externos o internos sobre la pareja.
8. Mito de la perdurabilidad (o de la pasión eterna): creencia de que el amor romántico y pasional de los primeros meses puede y debe perdurar tras miles de días (y noches) de convivencia.
9. Mito del libre albedrío: creer que nuestros sentimientos amorosos son absolutamente íntimos y no están influidos por factores sociobiológico-culturales ajenos a nuestra voluntad y conciencia.
10. Mito de la equivalencia: creencia de que «amor» y «enamoramiento» son equivalentes, y por tanto, que si uno deja de estar apasionadamente enamorado es que ya no ama a su pareja.
11. Mito del emparejamiento: creencia de que la pareja (un hombre y una mujer) es algo natural y universal, por lo que en todas las épocas y culturas el ser humano ha tendido por naturaleza a emparejarse.

Me muero

Como hemos visto en el caso de "Las tribulaciones del joven Werther" no existe mejor terapia contra el virus romántico que exponer nuestro el antígeno a nuestro sistema de defensa mental. Leer la crítica de un relato romántico antes de leer el texto nos puede prevenir de sus efectos. Sin embargo esto no es siempre posible y, muchas veces no es deseable. No queremos que nos cuenten el argumento de una película antes de verla, pierde todo interés. Además, el caso de los éxitos musicales esto es absolutamente imposible porque nos la colocan en la radio antes de que tengamos acceso a su letra. Nos queda, por lo tanto, la crítica a posteriori como único medio de evitar sus efectos desastrosos sobre nuestro cerebro. En esta ocasión he elegido una canción que está bastante de moda, cuyo título es ya un homenaje a la necrofilia romántica: Me muero.

Pido por tu besos
por tu ingrata sonrisa
por tus bellas caricias
eres tu mi alergia.

Con la primera estrofa podemos ya hacernos una idea tanto de enamorado como de su objeto de amor. Se trata de un ser religioso, no cabe duda, aunque no sabemos su confesión. Luego veremos que dicho se halla próximo a encontrarse con su creador, pero por el momento sólamente podemos concluir que es un apasionado creyente. Es una persona muy piadosa, beata diría yo, porqué en lugar de pedirle caricias y besos a la persona, se dirige a un santo o a un dios. Esto es algo poco usual porqué la mayoría de las persona piden cosas a otras personas, sobretodo si estas están en condiciones de dar. Pero además de creyente es extraño, porque su alegría depende de una sonrisa ingrata. Yo no se muy bien a que se refiere esto, pero diría que tiene un toque sadomasoquista nada deleznable. Alguien que sonríe de forma ingrata es un sujeto, cuanto menos, bastante cabrón. Uno llega a imaginarse un tipo sonriendo mientras nos explica que no va a devolvernos el favor que le hemos hecho. Pido que no me falles que nunca te me vayas y que nunca te olvides Que soy yo quien te ama El creyente continua pidiendo cosas a los dioses que muy bien podría exigir a la persona en cuestión. Y uno empieza a reafirmarse en las sospechas que dicha persona no es de fiar. Porqué sino las oraciones irían en este sentido. Si necesita rogar para que no se vaya o para que no la olvide es que estamos ante un sujeto que, como mínimo, no está muy convencido de la relación.

Que soy yo quien te espera
Que soy yo quien te llora
Que soy yo quien te anhela
los minutos y horas.

En este momento de la canción es cuando podemos asegurar, sin miedo a equivocarnos, que no estamos ante una relación amorosa equilibrada, es una relación de dependencia. El romanticismo quiere convertirnos a todos en seres dependientes, por eso cuando coloniza una mente la induce a componer alabanzas de este estado. Para un ser infectado por el virus romántico esperar, anhelar y llorar es el sumun de la felicidad. Los amores realizados, gozosos, cómplices e igualitarios son poco interesantes. Necesita sufrir, sufrir mucho y, sobretodo, sufrir por cosas inútiles. Porqué si algo es poco útil, para el individuo y la sociedad, es sufrir por el amor de una persona que no demuestra el más mínimo interés por nosotros. Este sufrimiento es muy distinto del originado por querer superar nuestros propios límites o el que podamos obtener defendiendo a un ser querido o una causa justa. Es un sufrimiento paralizante y autodestructivo cuyo producto es la más absoluta naderia. Recordemos que uno de los efectos más notables del virus romántico es desviar nuestra energía hacia objetivos irrealizables e inútiles.

Me muero por besarte
dormirme en tu boca
Me muero por decirte
que el mundo se equivoca

Esta estrofa viene a ser más o menos como la anterior. El individuo se empeña en continuar sufriendo. Ahora, además, nos damos cuenta que el resto de personas (el mundo) tampoco creen que la relación, o la supuesta relación pueda funcionar. Por lo tanto se trata de una persona bastante responsable de su sufrimiento, empeñada en continuar sufriendo sin sentido. Aunque todo el mundo, que no debería seguir por ese camino.

pido por tu ausencia
que me hace extrañarte
que me hace soñarte
Cuando mas me haces falta

Pido por la mañana
que a mi lado despiertes
enredado en la cama
hay como me haces falta.

El resto de la canción es más de lo mismo, una exaltación de la pasión no correspondida, de la autocompasión y el regodeo en la tristeza y la desesperación. A uno le entran ganas de darle un gorrazo y decirle: "¡Despierta, coño. Que la vida hay que disfrutarla!"

lunes, 9 de julio de 2007

Las tribulaciones de un idiota

Una de las novelas emblemáticas del Romanticismo es “Las tribulaciones del joven Werther” de Johan Wolfang von Goethe. Es una obra maestra y su autor uno de los grandes. Sin embargo conviene tomar algunas medidas profilácticas antes de leerla, tiene un alto título de virus romántico.
Una de las formas más eficaces de protegerse contra esta terrible amenaza es usar el sentido del humor y relativizar mucho las cosas. La literatura romántica exagera el mundo de las emociones, carga de dramatismo sucesos y personajes cuya importancia es, cuanto menos, relativa.
A continuación viene el argumento de la novela con los comentarios de un servidor. Se trata de una terapia que puede ser sanadora si se ha entrado en contacto con el virus – a través de leer la novela – o preventiva si dicha lectura se intenta después. En ambos casos tiene una eficacia relativa, se trata de un virus muy escurridizo.
Antes de empezar me gustaría dejar clara mi admiración por Goethe como novelista. La novela es muy buena desde el punto de vista literario. El escritor consigue despertar emociones favorables hacia el protagonista, un auténtico mequetrefe, algo que demuestra su genio y su arte.
El tal Werther es un joven de casa bien que decide estar unos día en un pueblo ficticio de nombre Wahlheim. En seguida queda maravillado por las “sencillas tradiciones de los campesinos”. Nadie se preocupa por si dichos campesinos demuestran el mismo entusiasmo por tales costumbres, trabajar de sol a sol para conseguir mantenerse en el nivel de subsistencia no deja mucho tiempo para ser refinado. Pero esa era la visión de los niños pijos románticos de la época.
El ocioso Werther no tiene otro trabajo que andar por ahí maravillándose de la naturaleza y se enamora de Lotte, una joven que se encarga de la casa y de sus hermanos tras la muerte de su madre.
La citada Lotte, sin embargo, no está disponible y por lo que veremos en el transcurso de la novela tampoco siente un interés extraordinario por ese “pixa-pins” (del catalán “meapinos”). El joven, en lugar de buscarse otra campesina con la que pasar un buen rato en el pajar, decide amargarse la vida e ir detrás de la chica.
Para estar junto a ella traba amistad también con su prometido. Podríamos pensar que se trata de una treta para seducirla, como hacían los caballeros de la época galante, pero simplemente es una forma de más de mortificarse. Parece un masoquista, aunque a diferencia de estos no disfruta con el dolor.
La pena que le causa el poco interés de la dama por sus encantos le hace aceptar el cargo de dipolmático – ya os dije que era un pijo de cuidado -. Su trabajo no le gusta en absoluto, no soporta a su jefe, el embajador, y está todo el día pensando en su amada. Por lo tanto decide volver al pueblo.
Pero ¡oh aciago destino!, o previsible suceso mejor dicho: Lotte se ha casado con Alberto, ¿con quien sino? Y Werther tiene una nueva oportunidad de sufrir mucho, pero mucho. En lugar de irse del pueblo o dedicarse a buscar otras jovencitas, el chico se instala en una casa cercana a la de la pareja para mantener su “relación” con la chica.
El insiste y, mira por donde, resulta que consigue arrancarle un beso a la muchacha. Este suceso, en lugar de alegrarlo, le produce aun más sufrimiento. Ahora tiene remordimientos porque el marido es también su amigo. En este punto uno no tiene más remedio que pensar: “¿Y que esperabas?”
Antes del Romanticismo la historia hubiese derivado hacia un picante relato de cuernos con marido engañado que no se entera o en una tragedia , donde el marido engañado mata a la esposa y al amante. Pero a finales del siglo XVIII y principios del XIX existe una desmesurada preferencia por los finales estúpidos. Y este, a pesar de estar muy bien escrito, lo es mucho. Tanto como su protagonista.
El marido empieza a mosquearse con las continuas visitas del dichoso Werther y decide prohibir estos encuentros a su mujer. Ella, como cualquier dama de la época, hace caso a su marido y entre lágrimas se despide de su “proyecto de amante”. La chica no tiene tampoco es muy lista, porque muchas damas de su tiempo compaginaban perfectamente una ejemplar vida marital y una gratificante relación erótica clandestina. Pero, y esto es presunción mía, estoy seguro que si hubiese propuesto tal cosa el chaval no hubiese aceptado. Para sufrir aun más, claro.
El muchacho, al ser despedido de aquella manera decide suicidarse y manda su criado a pedir prestadas dos pistolas con la excusa de que debe emprender un largo viaje. Es lo único inteligente que hace en toda la novela, porque viendo su actuación va a necesitar más de un disparo para acertar en su cerebro.
Se intenta suicidar y ni esto hace bien. Como sólo emplea una pistola la bala le da en el cráneo pero no lo mata al instante. Queda inconsciente y sin remedio, pero vivo. Esto permite al resto de personajes llorar su muerte y desesperarse, pero continuar viviendo.
Al final el único que sale perdiendo es el propio Werther, cuya obsesión por el sufrimiento lo lleva a la muerte. Una muerte sin sentido.
Aunque los románticos lo tengan por un héroe, su vida se aleja mucho de ser ejemplar. Los héroes son personas cuyo sacrificio es para beneficio de la comunidad, la muerte de este chaval es absolutamente inútil.
El problema no es la novela en si porqué, vuelvo a repetir, está muy bien escrita. El problema es creer que el modelo de amor representado es el correcto. Lo que tiene el joven Werther no es “mal de amores”, sino flojera mental. Confunde sus ganas de dar sentido a su vida – es un pijo desocupado – con un sentimiento supuestamente incontrolable.
El amor se convierte en une excusa para suspender la razón y así perseguir quimeras inalcanzables, cuanto más inalcanzables mejor. Si Lothe hubiese correspondido a sus deseos desde el principio, el joven Werther hubiese, seguramente, perdido todo interés.
El verdadero amor por una persona no se siente nunca al principio de la relación, es algo que emerge con el tiempo, cuando se han compartido ya muchas experiencias.
Sin embargo el virus romántico interfiere en los procesos mentales impediendo el razonamiento correcto, haciéndonos creer en el “amor a primera vista”. De esta manera desvía nuestros deseos hacia objetivos estériles, inútiles y a veces autodestructivos.
Esta forma de pensar va a ser un gran apoyo para los procesos involucionistas que se darán precisamente después de la redacción de la novela. El Congreso de Viena, donde se decide la vuelta al absolutismo tendrá en el Romanticismo un aliado excepcional. Millones de personas encauzarán sus pasiones hacia ideales alejados del progreso humano y se esforzarán en perseguir “Lothes” de toda naturaleza. Los otro tiempo revolucionarios se convertirán en seres patéticos capaces de jugarse la vida por alcanzar una rosa para su amada pero totalmente desinteresados en los cambio sociopolíticos.
Algo de todo esto me suena a muy actual.

lunes, 4 de junio de 2007

Variedad patriarcal. Segunda pandemia

Los caballeros que volvieron de las cruzadas llegaron a Europa con una mentalidad algo diferente. En Tierra Santa conocieron a guerreros que vivían en palacios lujosos, rodeados de riquezas y refinamiento sin perder ni un ápice de combatividad.
La nobleza empezó a preferir los juegos, las danzas y otros tipos de distracciones a la guerra. Empezaron a gastar más en diversión y menos en prepararse para la guerra. Poco a poco empezaron a requerir los servicios de artesanos y comerciantes, antes considerados como villanos indignos de su consideración.
Esta preferencia por el lujo le sirvió al rey, “il capo di capi”, ir atrayendo como moscas a la miel, a los nobles más poderosos. Poco a poco se fueron formando las cortes reales donde antes hubo “cortes de amor”. La concentración cada vez mayor de nobles ricos y poderosos dio lugar a un rápido desarrollo de la burguesía circundante, encargada de fabricar o importar los objetos necesarios.
El sistema sociopolítico, a pesar de continuar siendo patriarcal, no pudo volver a la situación inicial. Ahora, la concentración de nobles obligaba a adoptar un comportamiento mucho más fino y educado. La violencia de los primeros tiempos dejó paso a la cortesía, un campo en el que las mujeres estaban en mejores condiciones de igualdad.
La alta nobleza se izo cada vez más dependiente del poder real. Conforme este, en alianza con la naciente burguesía, se reafirmaba, aumentaba el control sobre los nobles que cada vez se hacían menos levantiscos. La agresividad de la Edad Media dio paso a las maneras cortesanas de los siglos XVII y XVIII. Ahora no era el más fuerte o el más audaz, sino el más diplomático quien conseguía los favores del Rey.
Con este cambio las mujeres tuvieron oportunidades de avanzar en la reivindicación de sus derechos. Las mujeres continuaban sujetas a sus padres o maridos, como lo habían estado siempre. Sin embargo, los modos y costumbres de palacio les dejaban un margen de maniobra que antes no habían tenido.
La máxima expresión de esta redefinición del poder entre los géneros se dio a finales del siglo XVIII, cuando muchas mujeres – siempre de las clases altas – tuvieron acceso a la cultura y se implicaron plenamente en la Ilustración. Mujeres de la nobleza y la alta burguesía practicaban una sexualidad muy alejada del modelo imperante, abrían sus salones a los filósofos e intervenían en política de forma muy notable.
Durante este período puede ya hablarse de ideas feministas. Mary Wollstonecraft publica “Vindicación de los derechos de la mujer”, mientras Olimpia de Gouges encabeza el movimiento contestatario en Francia. La primera muere de forma natural, la segunda decapitada.
Con la llegada de Napoleón se cortan de cuajo las aspiraciones feministas, su famoso código niega los derechos de las mujeres. Y a aquí paz y después guerra, mucha guerra.
Las cosas se pusieron aun peor con la derrota de Francia y el restablecimiento del Antiguo Régimen en toda Europa. Porqué el retorno de las cortes no supuso una vuelta a la situación anterior. La mujer perdió incluso el poder que había conseguido durante el periodo de la Monarquía Absoluta.
En este proceso tuvo mucha influencia el virus romántico. A finales del siglo XVIII empezó a recorrer Europa el irracionalismo. Era una reacción contra los valores ilustrados de la razón. Se trataba de convencer a los seres humanos de que la vida auténtica consiste en dejarse llevar por el “destino”.
Si una cosa pasa es porqué tenía que pasar y nada podemos hacer para remediarlo. Un pensamiento terriblemente útil para los poderes de la época. Así se promocionaba la resignación y el acriticismo. Y, de paso, se mantenía el statu quo. Si somos muñecos del destino, ¿para qué la revolución?
Las mujeres debían pues conformarse con su destino de dulces y delicadas criaturas, expuestas a los vaivenes de la vida. Resignarse a morir de tisis, a languidecer esperando al caballero de brillante armadura, a caer en brazos de maltratadores o vampiros.
Esta segunda pandemia tuvo unos efectos devastadores sobre la condición de la mujer, porqué la relegó a figura decorativa, a simple espectadora de la Historia, durante más de cien años.

domingo, 20 de mayo de 2007

Un posible tratamiento: La regla de la inversión

A veces una medicina diseñada para combatir un determina enfermedad puede convertirse en el remedio para otra, este es el caso de la famosa viagra.
Con el romanticismo puede pasar algo similar. La regla de la inversión fue diseñada para poner en evidencia la discriminación de género, pero posteriores investigaciones nos llevan a considerarla útil para algunas variantes del virus romántico.
Este principio consiste en elegir una situación característica de uno de los dos géneros, la pasividad de las mujeres, por ejemplo, invertir el género y ver que ocurre. Si tomamos el ejemplo de la pasividad veremos como nos da una impresión totalmente diferente ver una mujer en actitud pasiva que ver un hombre haciendo lo mismo. En el primer caso lo consideraremos un síntoma de feminidad evidente y en el segundo un signo de poca hombría (un hombre lucha, nunca se queda quieto mientras las cosas suceden).
Al ser una herramienta muy útil para luchar contra el sexismo, será muy efectiva frente a las variedades patriarcales del virus. Tomemos como ejemplo la insistencia en la pureza de la mujer, una de las ideas que consiguen introducirse en nuestra mente cuando esta variedad del virus nos ataca. Si le aplicamos el mismo criterio a un hombre vemos que no encaja.
La imagen de un hombre puro, asexuado es propia de algunos santos famosos por su castidad. Pero aun en esos casos es poco creíble ¿quién conoce realmente a un hombre puro? Y, además, ¿qué utilidad tiene? Fuera de algunas concepciones integristas de la religión, la pureza en un hombre más bien un defecto que una virtud. Y, si aspiramos a una igualdad en derechos entre varones y mujeres, ¿qué sentido tienen entonces promover la pureza entre las mujeres?
Así desenmascaramos la auténtica intención del concepto de pureza femenina: Intentar coartar la sexualidad femenina para que la mujer esté siempre en situación de inferioridad frente al hombre.
Hemos visto una forma de combatir el romanticismo que no siempre va a ser eficaz. Se trata de un virus muy inteligente, capaz de mutar y apoderarse de nuestras defensas. Como en el caso de SiDA, va a ser necesario utilizar una terapia múltiple.

viernes, 4 de mayo de 2007

Variedad patriarcal. Primera pandemia

Desde su llegada al mundo, esta variedad del virus romántico ha demostrado gran eficacia en la paralización – y a veces destrucción – de la conciencia feminista de muchas mujeres. Como muchos retrovirus utiliza distintas formas de camuflaje para burlar las defensas. Parapetándose detrás de piropos y halagos va penetrando poco a poco en la mente femenina hasta alcanzar el núcleo ideológico.
Una vez allí va mutando todos los conceptos que le servían como defensa contra el patriarcado. La víctima, ajena a este proceso de degradación paulatina no se da cuenta de cómo poco a poco va empezando a defender postulados contrarios a su forma de pensar.
En una fase final se encuentra otra vez en situación de inferioridad, supeditada al varón y teniendo que volver a discutir las mismas razones de siempre. Sin embargo el virus romántico no logra nuca destruir de todo el sustento ideológico y la mente feminista se recupera siendo más fuerte gracias a las defensas adquiridas. Pero siempre expuesta a una nueva reinfección.
Tenemos indicios de una epidemia de virus romántico durante la Alta Edad Media. Si bien no podemos hablar de una especie bien definida, no nos equivocaríamos si condenásemos la difusión de llamado “amor cortés” – sobretodo en su forma más tardía – y la devoción a la Virgen María como una forma primitiva de este virus.
Hacia el año 1000 en Europa había un exceso de testoesterona. Los hombres vivían únicamente para demostrar cuan grande y cuan larga era su… espada. Desde el más pobre de los villanos hasta el más rico de los señores su única ambición era pelear. Pelear por un terruño, por una hectárea o por un reino entero. Todos contra todos en una especie de Apocalipsis adrógino.
La mujer no era más que un objeto, un recipiente, el lugar de donde nacían niños para la lucha y niñas para la reproducción. Llegó a tal punto el ambiente de violencia – aquello si que era crispación – que la Iglesia se vio en la obligación de prohibir las matanzas dentro de los templos, en un área circundante y mientras duraran las fiestas religiosas.
Pero no fue suficiente, los guerreros continuaron saqueando las tierras y los castillos de sus vecinos, eso sí los días de cada día. Entonces se le ocurrió una idea genial al Papa: “Mandarlos todos a matarse a Tierra Santa”. De esta manera se quitaba la Cristiandad un peso de encima y se lo mandaba como un regalo, con lazo y todo, a los infieles.
Para aquella panda de aldolescentes bulleros – se era conde a los trece años, normalmente por defunción del padre en alguna batalla – aquello les sonó a gloria. Y a gloria debió sonarles a muchas mujeres, la música de las trompetas de guerra anunciando la partida de sus maridos hacia la liberación de los santos lugares. Más de una debió llorar pero de alegría, al quedar dispensada de débito conyugal, los señores no se quitaban la cota de mallas ni para engendrar criaturas.
Muchos de los caballeros que fueron a combatir por Jerusalem volvieron algo cambiados. El contacto con una civilización como la árabe, tan refinada, influyó algo en sus costumbres. Los guerreros musulmanes no dejaban de ser hombres por el hecho de desnudarse, incluso de bañarse, antes de yacer con una dama. Sus mujeres debieron notar el cambio.
Sin embargo, las que más notaron el cambio fueron las viudas. De puros objetos de crianza y decoración pasaron a administradoras de patrimonios, a jueces y a diplomáticas. En ausencia del señor, era la señora quien ejercía el poder.
Así, por primera vez en muchos años las mujeres empezaron a contar en la vida pública. Varones, condes y marqueses se veían obligados a pactar con condesas, varonesas o marquesas. Tanto si el señor estaba en la Guerra como si había muerto, los negocios ahora eran forzosamente con mujeres.
Esta nueva situación política propició un cambio cultural de gran magnitud. La mujer empezaba a ser tomada en serio. Leonor de Aquitania, Blanca de Castilla o Yolanda de Hungría intervenían activamente en el gobierno de sus reinos. Muchos hombres empezaron a apreciar el poder de estas mujeres y se inición la promoción de un trato más considerado.
Apereció el amor cortés donde se reconocía, por primera vez, la posibilidad de que un hombre recibiera órdenes de una mujer. Ahora los caballeros debían tranformarse de violadores más o menos sutiles en amantes. Las mujeres podían negarse y los hombres no tenían más remedio que aguantarse. Se reconocía, también por primera vez, la posibilidad que la mujer pudiera elegir su pareja, aunque no fuera su marido. La poesía trovadoresca estaba llena de referencias al adulterio más o menos simbólicos.
Todo esta cambio cultural trajo paz, desarrollo y un poco de libertada a buena parte de Eurpoa. La Iglesia lo vió y se horrorizó. Llevaba siglos debatiendo sobre si la mujer tenía o no alma, considerándola como poco más que una enviada del demonio para tentar a los santos. No podía tolerar esta ascensión social sin precedentes.
El contrataque del patriarcado vino precisamente desde el interior de esta nueva ideología. Por primera vez el virus romántico colonizó los postulados del amor cortés mutándolos hacia posturas plénamente conservadoras.
Poco a poco la exaltación de la libartad femenina a través del adulterio se fue convirtiendo en algo simbólico. Los amantes no lo eran en un plano físco, sino espiritual, más allá de la cane. Se exaltó la figura de la mujer poniéndola por encima del hombre, pero ligando esta exaltación a la pureza y la virginidad.
Las damas, que durante el periodo álgido del amor cortés compartían cama con sus amantes, era ahora seres hetéreos, desligados de la carne. Cada vez se valoraba más la virginidad de la dama, algo que aprovechó la Iglesia para ir atrayendo a los caballeros hacia su terreno.
De seguir las órdenes de damas virginales pasaron a obedecer las órdenes de la propia Vírgen María. Durante este periodo se promocionó de manera desmesurada el culto mariano. Por toda Europa aparecieron templos dedicados a la Madre de Dios. Las damas podían hablar por si mismas, pero la Virgen hablaba por boca de la Iglesia. Esto colocó a la caballería andante a las órdenes del proyecto Católico pasando los caballeros, de defender damas en peligro a luchar por el buen nombre de la Virgen María.
Hacia finales del siglo XIII, con el declive de las cruzadas y la ascensión de la escolástica se inició una contraofensiva y volvió la misoginia a reinar en Europa. Sin embargo, el virus romántico, pese a detener el cambio social no pudo destruir todos los avances. El trato entre hombres y mujeres había mejorado, poco, pero lo había hecho. Y ahora, la nueva estructura del feudalismo, con el establecimiento de las cortes alrededor del rey volvería a dar otra oportunidad a las mujeres.

jueves, 12 de abril de 2007

El romanticismo es necrófilo


Soy consciente que esta afirmación puede sorprender. Pocas personas se dan cuenta, a primera vista, de este particular. Sin embargo, una reflexión más atenta no deja lugar a dudas.
Todas las novelas, canciones, discursos - chistes románticos no hay - o poemas hacen alusión directa a la muerte. Y no me refiero solamente a esas historias donde existe un final trágico y sanguinolento, Romeo y Julieta por ejemplo. También en narraciones de final feliz hay algún momento de necrofilia evidente.
Fijémonos en las letras de los boleros. En la inmensa mayoría los protagonistas "se mueren de amor", "se mueren por la persona", "se van a morir si los dejan" o "no pueden vivir sin ella", que según todos los estudios cientifícos equivale a palmarla.
Esta variante mutagénica del virus, la pronecrofílica, ha penetrado tanto en neustra cociencia que llega a ser casi un delito no manifestar la propensión al suicidio cuando uno siente amor o cariño por una persona. En lugar de disfrutar de su presencia y disfrutar de la vida en su compañia, los promotores del romanticismo, nos incitan a anticipar desgracias y padecimientos.
Pocas personas mueren por amor. Se entristecen, incluso se deprimen, pero no se mueren. Es más, el sentido común nos dice que si a una persona le ocurre eso, es porqué tiene un problema. Pero lo románticos se esfuerzan por hacer ver al resto del mundo lo contrario: si no mueres de amor es que no eres persona y tienes un problema

miércoles, 4 de abril de 2007

El movimiento gótico



El viernes 30 de marzo, el programa crónicas emitió un reportaje sobre el estilo de vida gótico. Dicho documental empezaba con una frase contundente: “Francia, mediados de 1800. Un movimiento antisocial de estudiantes y obreros malvivía dominado por el sistema establecido. Maquillaron sus caras de blanco y se vistieron de negro, como ángeles negros, para escarmiento de aquella sociedad que tanto los oprimía”.
Ante esta presentación uno se imagina a Napoleón III escondido tras los muros de su palacio, atemorizado por la inminente caída de su imperio en manos de este potente movimiento revolucionario. Esto nunca sucedió porqué nunca fueron una amenaza para el sistema. Como tampoco lo son ahora.
Este movimiento – ahora cualquier agrupación de más de dos o tres personas con ideas raras, se considera movimiento social -, como otros intentos contraculturales no amenaza lo más mínimo al sistema capitalista. Todo lo contrario, al crear un estilo de vida, colabora al surgimiento de modas, con la consecuente reactivación del ciclo creación-destrucción tan importante en las economías de mercado.
Por lo que a mi respecta la gente puede adoptar la vestimenta que crea más adecuada, pintarse la cara con los colores que prefiera e ir a los locales que le de la gana. Pero de ahí a creerse un activista revolucionario hay un abismo. Mientras estos jóvenes franceses – pocos obreros debía haber en este movimiento- se pintarrajeaban la cara de blanco y se vestían de negro, otros se organizaban en sindicatos y partidos. Seguramente no eran tan radicales ni llamaron tanto la atención, pero sentaron las bases de un régimen político más justo.

En este reportaje ellos mismos se retratan como antisistema porqué su indumentaria no es la común. Uno de los integrantes llega a decir que se viste de negro porqué estaba de luto por la sociedad. Pero en el mismo reportaje aparece una chica que se ha implantado colmillos, lleva lentillas de colores graduadas, su casa está decorada de negro y terciopelo rojos y además, tiene un ataúd. Una auténtica amenaza para la industria de la estética, la decoración y las funerarias.
En fin, el movimiento gótico es una manifestación más de lo que el virus romántico puede hacer con nuestro cerebro cuando nos hace creer que una actitud estética – perfectamente legítima – es una forma de cambiar el mudo. Así, una forma de protesta, muy válida para llamar la atención sobre determinados ideales, se bacía de contenido y se vuelve una forma de divertirse. Algo totalmente legítimo, pero también totalmente alejado de la mejora social.

viernes, 30 de marzo de 2007

El romanticismo

El romanticismo es una reacción frente al pensamiento estructurado y a los valores basados en la razón. Como no se encuentra una respuesta satisfactoria en los pensamientos racionales simplemente se suspende el juicio y se reacciona ante las emociones de forma acrítica.
Esta es la situación propicia para que el virus nos infecte, nuestras defensas mentales están bajas. No es la típica situación en la cual reaccionamos sin pensar, no se trata un ataque de ira o de miedo. Si el virus entra en nuestra mente las idas antes racionales se van deteriorando. El pensamiento puede volverse romántico en muchos aspectos de la vida, el más popular es el de las relaciones de pareja, pero no es el único. Un ecologista cambia sus ideas políticas por el amor a la madre tierra, un nacionalista se vuelve el amante de una visión idealizada y falsa de su nación y un socialista justifica el instinto asesino de las masas y solamente ve en ellas el espíritu sanador de la revolución. Todos cambian objetivos e ideas razonables por versiones irrealizables y estériles, cuando no peligrosas.
Ha habido varios periodos románticos en la Historia y todos ellos han coincidido con momentos en los que parecía imposible cambiar las cosas. El predominio de las ideas conservadoras parece producir conformismo en las personas pasivas y exaltación romántica en las activas. Estas últimas deciden dirigir su energía hacia objetivos sin ningún valor social, volviendo su comportamiento estúpido e infantil.