domingo, 20 de mayo de 2007

Un posible tratamiento: La regla de la inversión

A veces una medicina diseñada para combatir un determina enfermedad puede convertirse en el remedio para otra, este es el caso de la famosa viagra.
Con el romanticismo puede pasar algo similar. La regla de la inversión fue diseñada para poner en evidencia la discriminación de género, pero posteriores investigaciones nos llevan a considerarla útil para algunas variantes del virus romántico.
Este principio consiste en elegir una situación característica de uno de los dos géneros, la pasividad de las mujeres, por ejemplo, invertir el género y ver que ocurre. Si tomamos el ejemplo de la pasividad veremos como nos da una impresión totalmente diferente ver una mujer en actitud pasiva que ver un hombre haciendo lo mismo. En el primer caso lo consideraremos un síntoma de feminidad evidente y en el segundo un signo de poca hombría (un hombre lucha, nunca se queda quieto mientras las cosas suceden).
Al ser una herramienta muy útil para luchar contra el sexismo, será muy efectiva frente a las variedades patriarcales del virus. Tomemos como ejemplo la insistencia en la pureza de la mujer, una de las ideas que consiguen introducirse en nuestra mente cuando esta variedad del virus nos ataca. Si le aplicamos el mismo criterio a un hombre vemos que no encaja.
La imagen de un hombre puro, asexuado es propia de algunos santos famosos por su castidad. Pero aun en esos casos es poco creíble ¿quién conoce realmente a un hombre puro? Y, además, ¿qué utilidad tiene? Fuera de algunas concepciones integristas de la religión, la pureza en un hombre más bien un defecto que una virtud. Y, si aspiramos a una igualdad en derechos entre varones y mujeres, ¿qué sentido tienen entonces promover la pureza entre las mujeres?
Así desenmascaramos la auténtica intención del concepto de pureza femenina: Intentar coartar la sexualidad femenina para que la mujer esté siempre en situación de inferioridad frente al hombre.
Hemos visto una forma de combatir el romanticismo que no siempre va a ser eficaz. Se trata de un virus muy inteligente, capaz de mutar y apoderarse de nuestras defensas. Como en el caso de SiDA, va a ser necesario utilizar una terapia múltiple.

viernes, 4 de mayo de 2007

Variedad patriarcal. Primera pandemia

Desde su llegada al mundo, esta variedad del virus romántico ha demostrado gran eficacia en la paralización – y a veces destrucción – de la conciencia feminista de muchas mujeres. Como muchos retrovirus utiliza distintas formas de camuflaje para burlar las defensas. Parapetándose detrás de piropos y halagos va penetrando poco a poco en la mente femenina hasta alcanzar el núcleo ideológico.
Una vez allí va mutando todos los conceptos que le servían como defensa contra el patriarcado. La víctima, ajena a este proceso de degradación paulatina no se da cuenta de cómo poco a poco va empezando a defender postulados contrarios a su forma de pensar.
En una fase final se encuentra otra vez en situación de inferioridad, supeditada al varón y teniendo que volver a discutir las mismas razones de siempre. Sin embargo el virus romántico no logra nuca destruir de todo el sustento ideológico y la mente feminista se recupera siendo más fuerte gracias a las defensas adquiridas. Pero siempre expuesta a una nueva reinfección.
Tenemos indicios de una epidemia de virus romántico durante la Alta Edad Media. Si bien no podemos hablar de una especie bien definida, no nos equivocaríamos si condenásemos la difusión de llamado “amor cortés” – sobretodo en su forma más tardía – y la devoción a la Virgen María como una forma primitiva de este virus.
Hacia el año 1000 en Europa había un exceso de testoesterona. Los hombres vivían únicamente para demostrar cuan grande y cuan larga era su… espada. Desde el más pobre de los villanos hasta el más rico de los señores su única ambición era pelear. Pelear por un terruño, por una hectárea o por un reino entero. Todos contra todos en una especie de Apocalipsis adrógino.
La mujer no era más que un objeto, un recipiente, el lugar de donde nacían niños para la lucha y niñas para la reproducción. Llegó a tal punto el ambiente de violencia – aquello si que era crispación – que la Iglesia se vio en la obligación de prohibir las matanzas dentro de los templos, en un área circundante y mientras duraran las fiestas religiosas.
Pero no fue suficiente, los guerreros continuaron saqueando las tierras y los castillos de sus vecinos, eso sí los días de cada día. Entonces se le ocurrió una idea genial al Papa: “Mandarlos todos a matarse a Tierra Santa”. De esta manera se quitaba la Cristiandad un peso de encima y se lo mandaba como un regalo, con lazo y todo, a los infieles.
Para aquella panda de aldolescentes bulleros – se era conde a los trece años, normalmente por defunción del padre en alguna batalla – aquello les sonó a gloria. Y a gloria debió sonarles a muchas mujeres, la música de las trompetas de guerra anunciando la partida de sus maridos hacia la liberación de los santos lugares. Más de una debió llorar pero de alegría, al quedar dispensada de débito conyugal, los señores no se quitaban la cota de mallas ni para engendrar criaturas.
Muchos de los caballeros que fueron a combatir por Jerusalem volvieron algo cambiados. El contacto con una civilización como la árabe, tan refinada, influyó algo en sus costumbres. Los guerreros musulmanes no dejaban de ser hombres por el hecho de desnudarse, incluso de bañarse, antes de yacer con una dama. Sus mujeres debieron notar el cambio.
Sin embargo, las que más notaron el cambio fueron las viudas. De puros objetos de crianza y decoración pasaron a administradoras de patrimonios, a jueces y a diplomáticas. En ausencia del señor, era la señora quien ejercía el poder.
Así, por primera vez en muchos años las mujeres empezaron a contar en la vida pública. Varones, condes y marqueses se veían obligados a pactar con condesas, varonesas o marquesas. Tanto si el señor estaba en la Guerra como si había muerto, los negocios ahora eran forzosamente con mujeres.
Esta nueva situación política propició un cambio cultural de gran magnitud. La mujer empezaba a ser tomada en serio. Leonor de Aquitania, Blanca de Castilla o Yolanda de Hungría intervenían activamente en el gobierno de sus reinos. Muchos hombres empezaron a apreciar el poder de estas mujeres y se inición la promoción de un trato más considerado.
Apereció el amor cortés donde se reconocía, por primera vez, la posibilidad de que un hombre recibiera órdenes de una mujer. Ahora los caballeros debían tranformarse de violadores más o menos sutiles en amantes. Las mujeres podían negarse y los hombres no tenían más remedio que aguantarse. Se reconocía, también por primera vez, la posibilidad que la mujer pudiera elegir su pareja, aunque no fuera su marido. La poesía trovadoresca estaba llena de referencias al adulterio más o menos simbólicos.
Todo esta cambio cultural trajo paz, desarrollo y un poco de libertada a buena parte de Eurpoa. La Iglesia lo vió y se horrorizó. Llevaba siglos debatiendo sobre si la mujer tenía o no alma, considerándola como poco más que una enviada del demonio para tentar a los santos. No podía tolerar esta ascensión social sin precedentes.
El contrataque del patriarcado vino precisamente desde el interior de esta nueva ideología. Por primera vez el virus romántico colonizó los postulados del amor cortés mutándolos hacia posturas plénamente conservadoras.
Poco a poco la exaltación de la libartad femenina a través del adulterio se fue convirtiendo en algo simbólico. Los amantes no lo eran en un plano físco, sino espiritual, más allá de la cane. Se exaltó la figura de la mujer poniéndola por encima del hombre, pero ligando esta exaltación a la pureza y la virginidad.
Las damas, que durante el periodo álgido del amor cortés compartían cama con sus amantes, era ahora seres hetéreos, desligados de la carne. Cada vez se valoraba más la virginidad de la dama, algo que aprovechó la Iglesia para ir atrayendo a los caballeros hacia su terreno.
De seguir las órdenes de damas virginales pasaron a obedecer las órdenes de la propia Vírgen María. Durante este periodo se promocionó de manera desmesurada el culto mariano. Por toda Europa aparecieron templos dedicados a la Madre de Dios. Las damas podían hablar por si mismas, pero la Virgen hablaba por boca de la Iglesia. Esto colocó a la caballería andante a las órdenes del proyecto Católico pasando los caballeros, de defender damas en peligro a luchar por el buen nombre de la Virgen María.
Hacia finales del siglo XIII, con el declive de las cruzadas y la ascensión de la escolástica se inició una contraofensiva y volvió la misoginia a reinar en Europa. Sin embargo, el virus romántico, pese a detener el cambio social no pudo destruir todos los avances. El trato entre hombres y mujeres había mejorado, poco, pero lo había hecho. Y ahora, la nueva estructura del feudalismo, con el establecimiento de las cortes alrededor del rey volvería a dar otra oportunidad a las mujeres.