martes, 29 de diciembre de 2009

El síndrome de la concubina

En el anterior post, el dedicado al “pagafantas”, hablé de este personaje en masculino. Existirán ejemplos aislados en el sexo femenino, no lo dudo, pero la práctica totalidad de individuos que caen en este esteriotipo son varones.


Podemos considerar el comportamiento del “pagafantas” como un sídrome (el síndrome del pagafantas) porque es un conjunto de síntomas característicos. No llega a ser una enfermedad, pero puede llegar a provocar mucho sufrimiento en quien lo padece.

Dije también que la versión femenina del pagafantas era la concubina. Ambos síndromes tienen en común una tendencia irrefrenable a prestar servicios con la intención de conseguir un vínculo amoroso a largo plazo con una persona que, en el mejor de los casos, se muestra indiferente y el peor se aprovecha de la situación.

La concubina puede llegar a prestar los mismos servicios que el pagafantas pero añadiendo siempre los de un tipo: Los eróticos. Y los presta además con carácter exclusivo. Por su parte, el varón beneficiado por esta conducta, no se siente inclinado a respetar exclusividad alguna. Muy a menudo la concubina es el último recurso, cuando las demás fallan acude a ella. Al final la chica tiene todas las obligaciones de una esposa pero ninguno de los derechos. Y lo más penoso es que mantiene ese estado voluntariamente.

Antes de continuar me gustaría aclarar una cosa: Puede ocurrir, aunque yo lo veo muy difícil, que una persona esté contenta siendo con este tipo de relación. En ese caso no estamos delante de un síndrome, porque no le produce ningún tipo de malestar. Podemos hablar de alienación e incluso suponer que es un estado temporal, pero no lo podemos llamar síndrome.

Es un síndrome cuando la persona lo vive desde el sufrimiento y la ansiedad. La mayor, por no decir la casi totalidad, de las situaciones. No nos engañemos.

Si miramos bien a nuestro alrededor reconoceremos a más de una mujer con “síndrome de la concubina”. Viven en la esperanza de conseguir ese vínculo ofreciendo relaciones eróticas, siguiendo la creencia, ampliamente extendida en nuestra sociedad, de que el Erotismo es el pegamento mágico de la pareja. O bien esconden la cabeza debajo de la tierra para no ver, o bien se pelean con la demás “zorras” pero nunca ponen en duda el comportamiento de “su hombre”.

Como en el caso del “pagafantas” es difícil no aprovechar la situación, al menos temporalmente. Se necesita una cierta altura moral para desengañar a la concubina y no todos los varones la tienen. Pero no demos olvidar que la principal responsable de esa situación es la concubina. Al fin y al cabo ella continúa con esa relación asimétrica por propia voluntad. Dejando a parte las coacciones culturales propias de cada sociedad, claro.

Pero ¿Qué impulsa a una mujer hacia este callejón sin salida? La coacción cultural puede influir, no puede negarse. En muchos grupos humanos este comportamiento se ve como una acción positiva e incluso como una bonita prueba de amor. Sin embargo muchas mujeres sufren la misma influencia y no todas terminan así.

En mi opinión es necesaria una infección romántica de primer orden. Sólo así puede entenderse esta enuncia a la dignidad y esta exaltación del sufrimiento. Porque al virus romántico le gusta mucho el sufrimiento humano. Toda su maquinaria parásita se pone en marcha para guiar la voluntad hacia metas imposibles e inútiles. Pero además, si el camino hacia ellas está lleno de sufrimiento, mucho mejor.

Basta una ojeada a las novelas, obras de teatro, películas y canciones de temática romántica para darse cuenta de la preferencia por el sentimiento inútil de sus autores. A menudo envuelven en lirismo historias terribles y desgarradoras. No niego que esto tenga un valor artístico, pero no es una buena guía para la vida real.

Pero la infección romántica por si sola no explica este comportamiento al cien por cien. Además de esta tendencia romántica a buscar el dolor – muy similar, por cierto, a la actitud que adoptan los fieles de determinadas religiones que ven en el sufrimiento un camino de salvación – es necesaria la activación del virus patriarcal.

La actividad conjunta de ambos virus. El romántico suspendiendo el espíritu crítico y guiando a la persona hacia objetivos inútiles por un lado. Y el patriarcal fomentando pensamientos como: “Una mujer decente tiene un solo hombre”, “si haces lo que él quiere tarde o temprano terminará valorándote”, “los hombres se van con guarras pero se casan con las fieles”, “si no atrapas a este serás una fracasada”, “Ojo, que se te pasa el arroz” (Este mensaje lo genera el virus patriarcal continuamente desde los 18 años. Y si no lo hace la propia mente, el entorno se encarga de activarlo a la mínima ocasión.)

El destino de la concubina, como cualquier destino romántico, acostumbra a ser patético cuando no trágico. Sus sacrificios resultan vanos, normalmente el fulano termina con otra y ella se queda sola y desconsolada. Habiendo, además, desperdiciado los mejores años de su vida detrás de una quimera.

Bueno, ella dirá alguna excusa del tipo “no es tiempo perdido si se ama de verdad” o “he sido feliz, a mi manera” ¡Pamplinas! Son excusas y es mejor desengañarla cuanto ante mejor. Porque el virus romántico puede reinfectar a la misma persona varias veces en su vida. Pero el pensamiento crítico puede ir bloqueando vías de entrada. Sería interesante no tropezar dos o más veces con la misma piedra.

No hay comentarios: