sábado, 12 de septiembre de 2009

La Romantización del amor

Uno de los puntos débiles de nuestra defensa contra el virus romántico nuestra equivocada concepción del Amor.
Antes de la irrupción del Romanticismo en la cultura europea el Amor era por un lado un ideal religioso y por otro un estadio al que se llegaba tras una relación de muchos años. Contrariamente a lo que muestran las películas de Hollywood, los miembros de matrimonios de conveniencia llegaban a establecer lazos de afecto muy fuertes, pese haber sido forzados al enlace.
La inmensa mayoría de las bodas eran acordadas, acordadas por las familias. Se encerraba así a dos personas en una institución para toda la vida, algo totalmente injusto.
No se si es natural o aprendido, pero los miembros de la especie humana tienen tendencia a buscar maneras de violar las normas sociales injustas. El adulterio, el rapto y la huída eran formas de enfrentarse a esta imposición.
Como el discurso sobre los derechos y la igualdad entre las personas no estaba muy desarrollado se recurrió a un diosecillo grecoromano llamado Cupido o Eros. Si un joven huía con una chica para no obedecer el mandato familiar este recurría frecuentemente a la pasión arrebatadora. También lo hacia el casanova de turno o la seducida, el marido o la esposa infiel, el sirviente que se relacionaba con la señora, el amo que tenía relaciones con la esclava, etc. Todos decían: “Me he enamorado” y se sentían aliviados.
Excepto en el caso de los cínicos esto era un proceso inconsciente, una especie de acuerdo social en plan “hecha la ley hecha la trampa”. En realidad estaban reclamando su derecho a emparejarse (o no) con quien les diera la gana, sin interferencia familiar alguna.
Poco a poco la norma social se fue aflojando. El “enamoramiento” corroía el férreo control paterno y social sobre la sexualidad de las personas. Algunos historiadores llegan a afirmar que una chica del siglo XVIII, pese a su educación estrictamente religiosa, tenía seguramente una sexualidad menos condicionada que una de principios del siglo XX. Para no hablar de una duquesa o una marquesa.
El dieciocho de Brumario de 1799 Napoleón Bonaparte daba por clausurada la Revolución Francesa. Con este golpe de estado se paraba en seco el progreso en derechos de las personas por un largo periodo de tiempo. Una ocasión propicia para la infección romántica.
Efectivamente, a partir de esta fecha empezó en Europa la primera pandemia de romanticismo. La suspensión de la crítica, la vuelta a las supersticiones y la fabricación de ideales inútiles marcaron la época.
Es en este período histórico donde se encuentra el origen de error. Faltos de ideales progresistas en los que gastar sus energías, millones de jóvenes se vieron a impulsados a buscar el amor a través del enamoramiento. La pasión, antes excusa para un cierto libertinaje, se convirtió en fundamento de la pareja. Los matrimonios de conveniencia empezaron a decaer ¡Los jóvenes se querían casar enamorados!
El virus romántico lo había logrado. A partir de entonces empezó a cundir la creencia según la cual la pareja debía durar lo que durara la fase de enamoramiento. La fuerza de este pensamiento provocó un ajuste en el sistema matrimonial. Se introdujo el divorcio para evitar desastres mayores como suicidios o asesinatos “por amor”. Hasta entonces las interferencias exteriores en la pareja se habían zanjado con amantes sin afectar a la duración del matrimonio.
Actualmente saludamos la concepción romántica del amor y la vemos como un logro del progreso social. Además, para colmo de despropósitos, hemos convertido al Erotismo en el pegamento mágico de la pareja. Tenemos fobia a las relaciones desapasionadas, en cuanto sentimos decaer el enamoramiento cortamos.
Es hora de darse cuenta de que la relación amorosa se apoya en la comprensión, el cuidado, el refuerzo de la autoestima, la empatía, el conocimiento mutuo, el reconocimiento de la igualdad y la autonomía personal (también en materia erótica). El Erotismo puede estar o no, pero no es en absoluto una pieza clave sin la cual se desmonta la pareja.
Es evidente que los miembros muchas parejas (o tríos o grupos) necesitan terapia, pero terapia contra el virus romántico. Tratar críticamente esta idea tan lamentable puede ayudar mucho a la felicidad individual. Una vez desaparecido el parásito mental seguro que la vida les parece más fácil.

No hay comentarios: